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viernes, 22 de febrero de 2013

LA INQUISICIÓN... ¿Seguirás creyendo mitos?

El tema de la Inquisición es un tema recurrente, cuando se quiere manchar el
prestigio de la Iglesia. 

Se habla de que la Iglesia católica ha sido intolerante y
sanguinaria, matando a miles de personas por el único pecado de no tener la misma fe.
Se habla de las torturas y de las hogueras de la Inquisición y se inflan los datos y se
inventan tormentos, que sólo existieron en la imaginación de sus enemigos. Hay,
ciertamente, una leyenda negra que trata de presentarnos a la Iglesia como una
institución despiadada, donde los sacerdotes mataban sin compasión a los herejes y a las
brujas. Pero nada más lejos de la verdad.
Por eso, vamos a estudiar la historia en su verdadera dimensión para que la
verdad hable por sí misma. Para ello nos serviremos de los últimos estudios sobre la
Inquisición, dados a conocer a través de las Actas del Simposio internacional sobre la
Inquisición, tenido en el Vaticano del 29 al 31 de octubre de 1998. Estas Actas
presentan los estudios de treinta especialistas de todo el mundo, de distintas creencias,
con investigaciones sacadas de los archivos vaticanos de la Congregación del Santo
Oficio (antigua Inquisición) y de los archivos inquisitoriales españoles y portugueses o
de otros países. Estas Actas han sido publicadas para conocimiento de todo el mundo el
año 2003 por la Editorial Vaticana. El profesor Agostino Borromeo, profesor de historia
en varias universidades, ha sido el encargado de editar esta obra, que fue comenzada por iniciativa del Papa, que quería separar los mitos y leyendas de la realidad. Ahora ya se conoce la historia, nadie podrá decir, a partir de ahora, que no sabía, a no ser que acepte ser un ignorante de la historia.


INQUISICIÓN MEDIEVAL

Los herejes cátaros o albigenses eran considerados enemigos del Estado y de la
Iglesia, como si fueran criminales públicos o terroristas, que se oponían al orden
establecido. Decían que los espíritus eran creados directamente por Dios, mientras que
el mundo y todo lo material había sido creado por el diablo. Cristo, según ellos, no
había podido ser hombre ni nacer de la Virgen María, pues eso hubiera significado
nacer pecador, pues la carne era creada por el demonio. Los creyentes, para salvarse,
debían ser puros ( cátaro significa puro) y debían vivir pobremente y renunciar al
mundo y a las relaciones sexuales que eran malas. Por eso, rechazaban el matrimonio,
pues el procrear era colaborar con Satanás. Para ellos, era preferible fornicar, que tener
relaciones con la misma esposa. Además, invitaban al suicidio individual, dejándose
morir de hambre o asfixiarse, después de haber recibido de los jefes de la secta lo que
ellos llamaban consolamentum, o dispensa de todos los pecados, para ir directamente al
cielo. Según ellos, no valía la pena vivir en esta tierra pecadora, obra del diablo. Y
ridiculizaban a los ricos y a los eclesiásticos, que vivían con lujos y comodidades.
Pero el problema no quedaba en tener ideas diferentes. Apoyados por algunos
nobles, que se oponían a la Iglesia y al rey, empezaron a destruir iglesias, matar
sacerdotes y profanar objetos religiosos. Incluso, mataron al delegado papal, 
Pedro de Castelnau en 1203. La predicación pacífica para convertirlos, llevada a cabo por el obispo español Diego de Osma y de santo Domingo de Guzmán con predicadores
dominicos y cistercienses, que llevaban una vida pobre y ejemplar, no dio muchos
resultados. Por eso, el Papa Inocencio III, en 1209, decretó una Cruzada contra ellos,
que se habían hecho fuertes en algunas ciudades del Languedoc (Francia) como
Narbonne, Toulouse, Carcassonne, Beziers y otras. Todos ellos fueron vencidos por las
armas, aunque los cruzados actuaron, en muchas ocasiones, con crueldad.
Sin embargo, no desaparecieron y permanecieron muchos focos organizados en
diferentes lugares. Y, no solamente de cátaros, sino también de valdenses, josefinos,
patarinos, arnaldistas y otros herejes. Los reyes eran despiadados con ellos, les
confiscaban los bienes, los metían en prisión, los privaban de cargos públicos e,
incluso, muchas veces, los llevaban a la hoguera.
Para evitar abusos y errores, en 1231, el Papa Gregorio IX organizó la
Inquisición. Nombró delegados papales como inquisidores que visitaran los distintos
lugares del sur de Francia para que, en unión con los obispos locales, pudieran
determinar con imparcialidad quiénes eran realmente herejes y entregarlos a la justicia
civil. Primero, se les concedía un tiempo de gracia de unos 30 ó 40 días para que
pudieran presentarse espontáneamente. Después, se pedía la colaboración de los
ciudadanos para denunciarlos y se les sometía a juicio. En 1252, el Papa Inocencio IV,
de acuerdo con las costumbres de la época, publicó la bula Ad extirpanda, con la que
aceptaba que se pudiera usar la tortura para sacar la información a los reos como hacían
los tribunales civiles.
Al principio, no había normas claras y, para evitar abusos, el Papa, en 1262,
ordenó que, cuando había tortura, debían asistir los inquisidores para controlar a los
empleados civiles que la ejecutaban. La tortura era solamente un medio para conseguir
información, no un castigo. De modo que, si el asunto era claro, no había lugar para
realizarla. No obstante, todas las informaciones, conseguidas bajo el tormento, no
podían ser tenidas por válidas hasta que no se confirmaran por otros medios.
Además, había normas claras para que no hubiera derramamiento de sangre ni
mutilación como en los tribunales civiles. Y el tiempo era limitado a una hora; mientras
que en los tribunales civiles el tiempo era ilimitado. En cuanto a este punto, digamos
también que los tribunales de la Inquisición no inventaron ningún tormento ni
instrumento nuevo. Asistía un médico para vigilar la salud del reo y en todo eran mucho
más benignos que los tribunales civiles.
Los inquisidores tenían como misión detectar a los herejes y conseguir su
reconciliación con la Iglesia y, sólo en caso de contumacia, entregarlos a las autoridades
civiles. Si los hubieran entregado directamente a los tribunales civiles, hubieran estado
sujetos a muchos errores y abusos, y quizás a venganzas políticas, sin tener la
posibilidad de eximirse de los castigos con el arrepentimiento.
Por otra parte, como dicen los especialistas: Hay que recalcar que el empleo de
la tortura, en esta época, es más bien rara y el principal medio de coerción es la
prisión. Y esto, porque el Papa Clemente V había determinado en 1311 que los
inquisidores no podían imponer la tortura sin el consentimiento del obispo del lugar, lo
que la hacía más difícil. De ahí que es digno de resaltar que en los fragmentos del
proceso inquisitorial, que han llegado hasta nosotros, las alusiones a la tortura sean raras.
Hubo abusos, pero, en general, se puede decir que se actuó con honradez y
ecuanimidad, pues los inquisidores eran personas honestas. Según los especialistas: De
los procesos que se van publicando y también de biografías de inquisidores que van
apareciendo, se puede constatar que éstos eran, en general, personas con una
formación jurídica elevada y que sus actuaciones fueron muy mayoritariamente
conformes a derecho, aunque hubiese sin duda abusos. Muchos de estos inquisidores
escribieron tratados de derecho inquisitorial de primer orden.
El derecho inquisitorial es un derecho privilegiado, como bien ha escrito el
profesor Enrique Gacto, ya que contiene sanciones más benignas que las del derecho
penal ordinario o secular, en el que el delito de herejía es reprimido inapelablemente
con la pena de muerte. En cambio, el reo de herejía, rescatado por la jurisdicción
inquisitorial, tiene abierta una vía que le permite escapar a esta sanción máxima y, en
efecto, la evita, siempre que confiese y manifieste su arrepentimiento de forma suficiente.
 
Y ¿cuántos murieron por la Inquisición medieval en el sur de Francia? Según el
registro del inquisidor Bernard Gui, la Inquisición de Toulouse entre 1308 y 1323 envió
a la muerte a 41 personas (de ellos 30 cátaros). No son, pues, miles y miles como
algunos alegremente hacen creer sin fundamento histórico.
En Inglaterra, donde nunca hubo Inquisición, en el siglo XIII, los cátaros eran
arrestados y marcados con fuego al rojo vivo y sus casas destruidas y confiscados todos
sus bienes como primera medida. Y desaparecieron en pocos años.
Desde mediados del siglo XIV y durante el siglo XV, fueron muy raras las
condenas a muerte, pues el período álgido de la Inquisición medieval fue el siglo XIII.
Y, prácticamente, sólo permaneció como Inquisición episcopal, dependiente de los
obispos, en Aragón y algunos puntos del sur de Francia.
¿Qué podemos decir de la Inquisición medieval? El gran historiador peruano
Rubén Vargas Ugarte dice: La Inquisición, como todas las instituciones que han
perdurado a través del tiempo, nació de una necesidad social que hoy, tal vez, no somos
capaces de sentir, pero en los siglos XII y XIII no pudo menos de conmover a las
multitudes y atraer la atención del poder civil. La herejía... incitó a las masas a
rebelarse contra los poderes constituidos y, especialmente, contra la Iglesia. 
La inquisición fue el fruto de la reacción producida en los ánimos por el ataque lanzado
contra la fe y las costumbres tradicionales.



 
INQUISICIÓN MODERNA

La Inquisición medieval estaba prácticamente desaparecida, cuando en el siglo
XVI, con el problema de los judaizantes y moriscos, falsos convertidos del judaísmo y
del islam, comienzan a presentarse nuevos problemas, acentuados con la propagación de
luteranismo en toda Europa. Por eso, se establecen las Inquisiciones portuguesa, romana
y española con el fin de controlar el desborde de estos herejes o apóstatas, que ponen en
peligro la unidad nacional.

a) INQUISICIÓN PORTUGUESA

La Inquisición portuguesa fue creada en 1536. El Papa nombraba al inquisidor
general, presentado por el rey, y el inquisidor general con su Consejo, nombraba a los
demás inquisidores. En Portugal había cuatro tribunales principales: Evora, Coimbra,
Goa para la India, y Lisboa para el sur del país y para Brasil. No se conocen cifras
exactas de sentenciados a muerte, aunque la mayoría fueron falsos judíos convertidos.
Prácticamente, esta Inquisición, al igual que la española, actuaba con total
independencia. Por eso, no faltaron, de vez en cuando, algunos conflictos con el Papa.
Fue suprimida en 1822.

b) INQUISICIÓN ROMANA

En cuanto a la Inquisición romana, instituida en los Estados Pontificios y otros
lugares de Italia, comenzó oficialmente el 21 de julio de 1542 con la bula Licet ab initio
del Papa Pablo III, con la finalidad de atajar el avance del protestantismo en Italia. Se
constituyó un tribunal central de seis cardenales como inquisidores generales, con la
facultad de degradar a los clérigos herejes y con la facultad de pedir la ayuda de las
autoridades civiles para imponer las sentencias. Al principio, se llamaba Santa, Romana
y Universal Inquisición. El 29 de junio de 1908 se le cambió el nombre por
Congregación del Santo Oficio hasta 1965, en que se le dio el nombre actual de
Congregación para la Doctrina de la fe.
Uno de los puntos importantes de esta Inquisición fue la censura de libros, que
se había establecido poco después de la implantación de la imprenta. Ya en 1544 la
universidad de París había establecido el primer Índice de libros prohibidos. La
universidad de Lovaina lo hizo en 1546. Después, las Inquisiciones de España y
Portugal establecieron sus propios Índices. En ellos, generalmente, se establecía la
prohibición de imprimir, vender y difundir libros prohibidos bajo penas pecuniarias y
pérdida de privilegios. Normalmente, se prohibieron los libros de herejes y de otros queincluían citas heréticas. Se prohibió la impresión de libros espirituales de dudosa
espiritualidad e, incluso, de Biblias que no tuvieran buena traducción. No se prohibieron
los libros científicos.
El primer Índice de la Inquisición romana es de 1548. El concilio de Trento
preparó un nuevo Índice parecido al anterior. Pío V instituyó expresamente una
Congregación romana que se encargara del Índice en 1571. Esta Congregación fue
suprimida por Benedicto XV, al publicarse el código canónico de 1917, y sus
atribuciones pasaron a la Congregación del Santo Oficio. La última edición de libros
prohibidos fue en 1948 y estuvo en vigor hasta 1966.
La Inquisición romana tenía jurisdicción en los tribunales de los Estados
Pontificios, en la República de Génova, República de Venecia, reino de Nápoles y en
los ducados de Mantova, Módena, Parma, Saboya y Toscana; en el Estado de Milán y
en las ciudades de Besançon, Carcassonne, y Toulouse en el sur de Francia; uno en
Malta y otro en Colonia, en Alemania.
Los archivos del Santo Oficio, que recogen toda la documentación relativa a
estos tribunales, comprenden actualmente unos 4.500 documentos hasta 1903, aunque
algunos se han perdido. En ellos, hay procesos a falsos místicos y a seguidores del
molinismo y quietismo, que eran desviaciones de la fe católica. También hay referencias
a cuestiones de magia, brujería y, por supuesto, a herejes protestantes. El único caso en
que se trató de un científico es el caso de Galileo.
No se tienen cifras exactas de las sentencias de muerte en todas las sedes que
dependían de Roma. Según el especialista Andrea de Col, en las tres sedes de las que
hay datos fidedignos, que son Roma, Venecia y Aquileia-Concordia, el total de los
ejecutados fueron 128. De ningún modo, miles y miles de que habla la leyenda negra.
Según el especialista Adriano Garuti: La pena capital era reservada al herético
pertinaz, al reincidente. Contrariamente a lo que se piensa frecuentemente, sólo un
pequeño porcentaje de procedimientos inquisitoriales se concluia con la condena a
muerte .
El profesor Tedeshi afirma: Tengo la convicción de que las futuras
investigaciones demostrarán que la pena de muerte fue usada con menor frecuencia y
con más respeto por la dignidad humana en los tribunales del santo Oficio (Inquisición) que en los civiles.
Decía el cardenal Joseph Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI: Hace
muy poco, un profesor italiano liberal, estuvo investigando en unos cuantos procesos
(en los archivos de la Inquisición), durante algún tiempo, y él mismo declaró que le
había defraudado bastante. En vez de encontrar grandes luchas entre la conciencia (de
los reos) y el poder (de la Iglesia), que era lo que él buscaba, lo que allí había eran procesos criminales ordinarios. Eso se debe a que el tribunal de la Inquisición romana
era bastante moderado. Los mismos procesados por algún delito civil, añadían
cualquier factor religioso como brujería, profecía, etc., a su delito, para que les
enviaran ante el tribunal de la Inquisición.


 
Veamos ahora los tres casos más sonados y lamentables de la Inquisición
romana por ser personajes importantes.

 1. Jerónimo Savonarola (1452-1498)

Era sacerdote dominico, prior del convento de san Marcos de Florencia. Era muy
rígido en moral y pedía que quemaran en la hoguera a todos los que llevaban una
vida libertina y eran gente de malas costumbres. El 7 de febrero de 1497 organizó en
la Plaza de la Signoria una hoguera de las vanidades, en la que ardieron objetos que
simbolizaban los vicios: instrumentos musicales, imágenes, joyas, naipes e, incluso,
los libros de Boccacio y Petrarca por su contenido impúdico. Savonarola era
considerado como profeta por los florentinos y ejerció una enorme influencia en la
población con sus ideales de pobreza y con prédicas contra la corrupción, el lujo, el
derroche y el afán de placeres de ricos y eclesiásticos de su tiempo.
Pero fue muy imprudente en sus denuncias de los abusos que se cometían.
Profetizaba que Dios iba a mandar un salvador para arreglar la situación de
corrupción reinante y buscó la intervención del rey de Francia, Carlos VIII, para
invadir la república de Florencia y reformar la Iglesia y las costumbres, pero fue
rechazado y se creó muchas antipatías ante la gente, que antes lo seguía como a un
profeta.
El Papa Alejandro VI tomó cartas en el asunto y el 7 de noviembre de 1496 le
ordenó incorporarse a la nueva provincia dominica toscano-romana, pero
desobedeció. Por eso, el 13 de mayo de 1497, le llegó el decreto de excomunión, al
que respondió, reanudando sus prédicas y negando la validez del decreto de
excomunión. Pero en la misma Florencia, sus opositores asaltaron el convento de
san Marcos, donde se encontraba, y lo hicieron prisionero. Fue condenado al
patíbulo. Su cadáver quemado, y sus cenizas echadas al río Arno. Murió con otros
dos frailes, seguidores suyos, el 23 de mayo de 1498. Sus libros fueron puestos en el
Índice, pero fueron rehabilitados por el Papa León XIII en el siglo XIX.
Actualmente, ya no se le acusa de cismático o hereje por sus escritos e, incluso,
hay quienes dudan de que la bula de excomunión fuera válida. No fue un santo ni un
hereje, fue un imprudente y desobediente, que, incluso, proyectaba un concilio que
juzgase y depusiese al Papa. Sin embargo, como en otros casos, se usó la violencia
para imponer la verdad y la obediencia, lo que realmente es de lamentar.


2. Giordano Bruno (1548-1600)
 
Fue un hombre genial, pero contradictorio. Rechazaba todo principio de
autoridad. Irreverente hasta el punto de considerar a los monjes como santos burros.
Para él las religiones no eran más que supersticiones útiles. A Jesús lo veía como
una especie de mago y la Eucaristía como una blasfemia. Creía en la reencarnación
y su filosofía personal era casi panteísta, pues confundía a Dios con la naturaleza.
Viajó por toda Europa: Italia, Francia, Inglaterra y Alemania. Y fue
excomulgado por calvinistas y luteranos. A los luteranos los consideraba la peste del
mundo y deseaba su represión violenta y su exterminio por parte de los Estados.
Expulsado de todas partes, regresó a Italia, donde fue arrestado en Venecia y llevado
a Roma. Tras ocho años de prisión, fue condenado por la Inquisición como hereje
contumaz, que no quería abjurar de sus errores. Murió en la hoguera el 17 de febrero
de 1600 a los 52 años de edad.
Con motivo del jubileo del año 2000, el cardenal Angelo Sodano, secretario de
Estado del Vaticano, en una carta enviada al Congreso que, sobre este pensador, se
celebró en la Facultad de Teología de Italia meridional, en Nápoles, manifestaba su
profundo pesar por la condenación de Giordano Bruno..., que fue un triste episodio
de la historia cristiana moderna..., pues la verdad debe ser testimoniada en el
respeto absoluto de la conciencia y de la dignidad de cada persona.

3. Galileo (1564-1642)
 
Con relación al famoso caso Galileo, la mayor parte de la gente sólo conoce las
cosas de oídas y, por falta de información, muchos creen que fue condenado a la
hoguera o poco menos. Pero veamos cómo sucedieron las cosas en la realidad.
Copérnico (1473-1543) era un sacerdote polaco que tenía un rudimentario
observatorio en una torre de la catedral de Frauenburg. Él fue el primero que afirmó
que la tierra daba vueltas en torno al sol (sistema copernicano) y no, como hasta
entonces se afirmaba, que era el sol el que daba vueltas alrededor de la tierra. Su
obra fundamental, Las revoluciones de los mundos celestes, publicada en 1543,
estaba dedicada al Papa Pablo III y su obra tenía el imprimatur (puede imprimirse)
de un cardenal dominico. Hasta la llegada de Galileo, se sucederán once Papas, que
no sólo no desaprobaron esta teoría heliocéntrica de Copérnico, sino que la
alentaron como una hipótesis.
La teoría de Copérnico se enseñaba en las universidades de la Iglesia, al igual
que la teoría de Tolomeo. Pero Galileo, que seguía la opinión de Copérnico, la
afirmaba con total seguridad, como verdad absoluta. Y tenía expresiones de
desprecio para quienes no compartían su teoría. En sus cartas hay expresiones como
imbécil, con la cabeza llena de pájaros, apenas digno de ser llamado hombre,
alguien que se ha quedado en la niñez, una mancha en el honor del género humano,
etc. Por eso, cuando le pidieron pruebas objetivas, sólo dio una, que era 
totalmente equivocada y lo es todavía, la prueba de las mareas oceánicas. 
Decía que las mareas eran provocadas por la sacudida de las aguas 
a causa del movimiento de la tierra.  Ahora sabemos que el flujo y 
reflujo del agua del mar se debe a la atracción de la Luna. 
Al no dar pruebas convincentes de su teoría y, según algunos de sus jueces, ir
en contra del texto bíblico de Josué 10, 12: Detente, sol en Gabón, según el cual
parece ser que el sol era el que daba vueltas alrededor de la tierra, como siempre se
había creído, fue condenado el 22 de junio de 1633. ¿A qué fue condenado?
No fue condenado a muerte ni a prisión ni a ser torturado. Fue obligado a no
presentar su teoría como verdad absoluta sino como hipótesis. El texto de la
sentencia decía que era temporal donec corrigatur, es decir, mientras no sea
corregida la doctrina propuesta como absoluta y se presente como hipótesis, pero él
no estuvo ni un día en prisión ni le pusieron un dedo encima. Sólo tuvo arresto
domiciliario y, muy pronto, se le levantó la prohibición de alejarse de su villa. Sólo
le quedó la obligación de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales,
que sólo duró tres años. Según algunos, esta obligación la cumplió por él su hija religiosa.
No perdió la estima y amistad de obispos y científicos, que venían a su casa a
visitarlo y siguió trabajando. Su principal obra Discursos y demostraciones
matemáticas sobre dos nuevas ciencias, la escribió después del proceso. Y murió a
los 78 años en su casa, siendo miembro de la Academia Pontificia de Ciencias. Al
final de sus días, pudo escribir: En todas mis obras no habrá quien pueda encontrar
la más mínima sombra de algo que recusar de la piedad y reverencia a la santa
Iglesia11. La famosa frase que, según algunos, dijo al ser sentenciado: Eppur si
muove (Y, sin embargo, se mueve), es una de tantas fábulas inventadas por los
anticatólicos. Esta frase fue inventada en Londres en 1757 por Giussepe Baretti.

 Sobre el caso Galileo, debemos decir, en primer lugar, que es un caso único en la
historia de la Iglesia, en que se haya condenado a un científico. Por eso, hacer un
mito del caso Galileo está fuera de contexto. También hay que tener en cuenta que
nunca fue condenado por el Papa, sino por un tribunal eclesiástico (siete jueces
contra tres). No hubo, ni podía haber, una sentencia infalible, porque el Papa sólo es
infalible, cuando habla ex cáthedra, es decir, con toda solemnidad para imponer una
verdad de fe y costumbres. El Papa no tiene autoridad sobre temas científicos.

El error de los jueces del tribunal estuvo en interpretar literalmente la Biblia y
creer que el texto de Josué defendía el sistema de Tolomeo. El error grave de
Galileo fue querer imponer como verdad absoluta algo que no podía probar. Por eso,
la misma sentencia le impone que enseñe su opinión como hipótesis, lo que no era
un error para aquellos tiempos. La primera prueba experimental, indiscutible, de la
rotación terrestre data de 1748, un siglo después. Y, desde 1741, la teoría
heliocéntrica había sido reconocida oficialmente por el Santo Oficio.

Algunos científicos del siglo XXI podrían decir que Galileo tampoco tenía
razón, porque el sol también se mueve y no está fijo como creía Galileo. El sol se
mueve en torno al centro de la galaxia y la galaxia en torno al centro de un conjunto
de galaxias. Todo el Universo se mueve.
Ahora bien, decir que la Iglesia, por este caso, va en contra de la ciencia es ir
demasiado lejos. De hecho, el primer gran observatorio astronómico, el más antiguo
del mundo, y que funciona desde 1579, es el del Vaticano. Y las primeras
universidades europeas y americanas fueron fundadas por la Iglesia.
¿Qué hubiera pasado, si Galileo hubiera estado en territorio protestante? El
astrónomo protestante Kepler, por seguir su misma opinión, fue expulsado del
colegio teológico de Tubinga por sus compañeros protestantes y tuvo que abandonar
Alemania y refugiarse en Praga. De allí recibió una invitación para enseñar en
territorio pontificio en la universidad de Bolonia.
Si hubiera vivido en Ginebra, probablemente, hubiera sido decapitado;
simplemente por ser concubino y no estar casado con su esposa, como hacía Calvino
con los concubinos.
Lutero mismo decía sobre el sistema copernicano: La gente le presta oído a un
astrólogo improvisado, que trata de demostrar en cualquier modo que no gira el
cielo, sino la tierra. Para ostentar inteligencia, basta con inventar algo y darlo por
cierto. Este Copérnico, en su locura, quiere desmontar todos los principios de la
astronomía13.
En resumen, podemos decir que hay que diferenciar bien los campos de la fe y
de la ciencia. Ambas se complementan y nos llevan a Dios. No puede haber
contradicción entre ellas. Si apareciera alguna contradicción, algo anda mal en
alguna de las dos partes. O no es verdadera fe lo que se propone como tal, o no es
verdadera ciencia. La verdadera ciencia nos lleva a la fe, y la fe nos ayuda a
investigar las maravillas de Dios dentro de los límites de respeto a los derechos
humanos.
La lección que debemos aprender es que hay que evitar los fundamentalismos al
interpretar la Escritura de un modo literal, pues, como decía el cardenal Baronio: La
Biblia nos enseña cómo se va al cielo y no cómo van los cielos, es decir, nos habla
de Dios y de cómo ser buenos para ir al cielo, pero no habla de verdades
matemáticas o científicas. Y la Iglesia sólo tiene autoridad en cuestiones de fe y
costumbres.
De todos modos, el Papa Juan Pablo II en 1981 nombró una comisión de
expertos para estudiar el tema de Galileo y sus conclusiones se dieron a conocer el
31 de octubre de 1992. Galileo no fue rehabilitado, porque no había nada de qué
rehabilitarlo. Simplemente, después de estudiar exhaustivamente el tema con los documentos que se conservan en los archivos vaticanos, el Papa Juan Pablo II
reconoció el error de algunas autoridades de la Iglesia en este caso.





c) INQUISICIÓN ESPAÑOLA


La Inquisición española fue fundada por el Papa Sixto IV en 1478, y dos años
más tarde ya estaba definitivamente establecida. En la bula de fundación se establecía,
entre otras cosas, la obligación de los reyes, de luchar contra los musulmanes, que
amenazaban Europa y estaban dentro de las fronteras españolas. También era
preocupante el problema de los falsos conversos judíos o judaizantes, que seguían
viviendo su fe y predicándola a otros. Todo lo cual iba en contra de la unidad nacional.
La Inquisición nunca se entrometió con los judíos y musulmanes que vivían su fe, sino
con los que se habían convertido a la fe católica para obtener ventajas sociales y no la
practicaban. Además, hay que tener en cuenta que los judíos eran mal vistos por la
población, debido a los altos intereses que imponían en sus préstamos. En varias
oportunidades, había habido linchamientos de judíos por parte del pueblo. En cuanto a
los moriscos o convertidos del islam, que no vivían su nueva fe, eran un peligro
constante, porque se podían aliar con los piratas musulmanes, que asolaban las costas
españolas. Incluso, se rebelaron contra el Estado y hubo que reprimirlos con las armas
hasta que fueron expulsados.
Los judíos fueron expulsados en 1492; pero, mucho antes, habían sido
expulsados de otros países. En Inglaterra en 1290, en Alemania en 1375, en Francia en
1394, en Portugal lo fueron en 1496 y así en otros países. Muchos de estos judíos
expulsados fueron recibidos en los Estados pontificios, país que nunca los expulsó.
El tribunal de la Inquisición española era mitad civil y mitad eclesiástico. El rey
proponía al inquisidor general, que era aprobado por el Papa, y el inquisidor general con
su Consejo (llamado la Suprema), nombraba a los demás inquisidores.
El primer inquisidor general de España, nombrado por el rey y aprobado por el
Papa, fue el famoso Torquemada, del que tanto se ha hablado maliciosamente, en contra
de la verdad. Según las investigaciones actuales, era un hombre bueno, humano y
austero. Hizo más suaves los procedimientos. Se esforzó en todo lo posible en evitar los
errores y abusos cometidos por los primeros inquisidores... Y no pueden ser tachadas
de hipocresía las actas de Torquemada en las que recomendaba justicia y misericordia,
pues estos documentos, destinados a ser estrictamente confidenciales, permanecieron
ignorados durante siglos.
No existe ningún documento fidedigno, donde pueda sustentarse que fuera
inhumano y cruel. El colaborador de los Reyes Católicos era un observante fraile
dominico. No era un fanático ni un intransigente. Era un hombre recio y sano,
exponente de una edad eminentemente cristiana, donde todo el mundo creía y, por consiguiente, 
donde no tenía vigencia la heterodoxia condenada por todas las leyes
civiles de aquella sociedad.
Por consiguiente, donde no tenía vigencia la heterodoxia condenada por todas las leyes
civiles de aquella sociedad.
Sus detractores, que desean convertirlo en el símbolo del fanatismo católico, lo
han considerado como a un hombre piadoso y tenebroso, de una piedad tenebrosa. Fue
sin duda un hombre riguroso, pero no un perseguidor implacable; un hombre ferviente,
pero no inhumano. Esto es lo que podemos deducir a través del solo examen de sus
instrucciones, que él mismo hizo publicar.
En esto, como en muchas otras cosas, la leyenda negra inventa y calumnia sin
piedad, pero la verdadera historia aclara la verdad.
El tribunal de la Inquisición no sólo veía el caso de herejía y apostasía, también
veía otras cosas para evitar el deterioro moral como blasfemias, bigamia, supersticiones
o prácticas contrarias a la verdadera religión, brujería, hechicería o magia negra,
bestialismo, pecados homosexuales, idolatría..., pero de este tribunal estaban exentos los
indígenas americanos.
Con relación a los tribunales españoles, de España y América, hay que decir que
las prisiones eran más limpias y holgadas, y con mejor trato que las civiles. A los que se
condenaba a cadena perpetua, sólo estaban como máximo unos ocho años. Cuando se
utilizaba la tortura, como ya hemos dicho, sin derramamiento de sangre ni mutilaciones,
debía estar presente un médico para supervisar que no se pusiera en peligro la vida del
reo. El tiempo máximo de tortura era de una hora. Los reos tenían un abogado defensor
de oficio, para ayudarles en su defensa. Y, además, los reos podían buscar a dos testigos
de abono, para que hablaran en su defensa.
Según el historiador inglés Henry Kamen: La humanidad y benignidad de la
Inquisición española contrasta agudamente con las invariables ejecuciones de los
acusados por los tribunales seglares. Las historias espeluznantes de sadismo,
imaginadas por los enemigos de la Inquisición, sólo han existido en la leyenda.
Los herejes, dejados en manos del poder civil, hubieran llevado muchísima peor
parte, pues la intolerancia era la norma general y hubiera habido más fácilmente
venganzas y manipulaciones políticas. Otra cosa importante es que la tortura de la
Inquisición española quedó abolida cien años antes de que fuera abolida en los
tribunales civiles de España y de otros países. De este modo, la Inquisición dio los
primeros pasos en este punto de respeto de los derechos humanos.
En cuanto a la prohibición de libros heréticos o prohibidos por ir en contra de las
buenas costumbres, se ha satanizado también mucho a la Inquisición y se ha dicho que
era intolerante y que reprimió el desarrollo cultural y científico español. Esto es una gran mentira, pues el siglo XVI, el siglo de mayor actividad del tribunal de la
Inquisición, es el siglo de Oro de las letras y del adelanto español. La Inquisición no
centró la censura en obras científicas, sino en obras de herejes o que contenían frases
heréticas. Como diría el profesor Julián Juderías: Los tres siglos de Inquisición
corresponden, precisamente, al período de mayor actividad literaria y científica que
tuvo España y la época en que más influimos en el pensamiento europeo. Todo eso, que
se suele decir, de que nuestra intolerancia levantó una barrera entre España y Europa,
son cosas que ya no creen ni los niños de la escuela.
Por otra parte, en aquellos tiempos, se consideraba tan importante conservar la fe
católica, para salvaguardar la unidad nacional, que, de vez en cuando, se tenían autos
de fe, que eran fiestas religiosas en las que se hacía una gran manifestación de fe. En
ellas, desfilaban las máximas autoridades en procesión y había una misa con sermón
importante para enfervorizar al pueblo, que asistía en masa, para autoafirmar la fe.
También asistían los condenados con sambenitos. La mayor parte de las veces, no había
condenados a muerte. Si ocurría esto, después de la ceremonia, eran llevados a otro
lugar, donde se los quemaba o se les daba muerte por los empleados civiles, por no
haber querido retractarse, pues hasta el último momento tenían esta oportunidad. Según
Henry Kamen: Se celebraron centenares de autos de fe sin que encendiera una gavilla.
Y ¿cuántos fueron muertos o quemados por la Inquisición española? En los tres
siglos y medio de existencia (1478-1834), según los especialistas, aunque no hay cifras
exactas, serían entre 1.500 y 2.000. En la América española existían tres tribunales de la
Inquisición. En Lima (1569-1820) murieron 32; en México (1571-1820), según unos,
fueron 20 o, según otros, unos 30; en Cartagena de Indias (1610-1819) solamente 5 muertos.
Supongamos que fueran un total máximo de 2.000 los muertos por la Inquisición
española. De éstos, según Bernardino de Llorca, solamente fueron sentenciados a
muerte 220 protestantes.

Por eso, como dice el historiador peruano Fernando Ayllón: El número de
condenados a muerte por el tribunal de la Inquisición no fue tan exagerado como
decían sus detractores... En todo caso, el número de condenados fue mucho menor que
en los demás países europeos en que las guerras religiosas y las quemas de brujas
multiplicaron por decenas, cuando no por miles de veces, esta cifra. La leyenda negra
contra el tribunal, conforme lo sostienen la mayoría de los investigadores hoy en día,
resulta por demás insostenible.
En los Estados, en donde el protestantismo había calado profundamente, no
existía es verdad la Inquisición; pero, en su defecto, existía algo peor: el capricho y la
voluntad omnímoda de los reyes y príncipes o de los jefes confesionales, como sucedía
en los cantones suizos... El mundo protestante fue mucho más cruel e implacable en la persecución de quienes profesaban doctrinas diferentes de las profesadas por ellos. En
suma, las llamadas crueldades de la Inquisición no eran ni pecado de la Inquisición ni
culpa de España, sino naturales consecuencias del criterio dominante en asuntos
procesales y penales. Por ello, podemos terminar este epígrafe, diciendo que la
Inquisición fue en todo mejor que la fama que dejó de sí.

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