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domingo, 14 de febrero de 2016

Comentarios acerca del diezmo...


ORIGEN DEL DIEZMO.

Dios llevó a su pueblo a la tierra prometida, allí les repartió la tierra a las ONCE tribus.
La tribu de los levitas tendría que dedicarse al servicio de Dios, así que las demás tribus restantes tendrían que dar el DIEZMO para sostener el SACERDOCIO JUDIO. Así que 11 tribus dando el 10 %era igual al 110. Este sacerdocio debía sostenerse hasta la llegada del Mesías.

Jesucristo anuló los sacrificios del Templo, El velo quedó razgado, Jesucristo abrió el camino. El sacerdocio levita necesario para el sacrificio de animales u ofrendas que había sido instituido desde Aarón, quedaba anulado. Ya no serían necesarias ni las OFRENDAS ni los HOLOCAUSTOS, no complacían a Dios la sangre de toros ni becerros. Solo un sacrificio perfecto es ahora agradable al Padre (Malaquías 1,11)

Ahora bien, Jesús instituye un nuevo PACTO. En este nuevo pacto ya NO HAY DIEZMO, porque ya no hay que sostener al SACERDOCIO JUDIO. A los siervos del Nuevo Testamento se le ordena 
"coman lo que les den" Lucas 10,37
Y a los miembros de la Iglesia se les pide:
"dar según como cada uno ha decidido en su corazón" 2a Corintios 9,7

Es por esto que lo que hacen los pastores de cualquier grupo denominado "cristiano" de exigir el diezmo presionando a sus hermanos NO es de Dios, sino que es un MANDATO DE HOMBRES, que sin ningún pudor engañan a sus hermanos débiles para sacarles dinero en el nombre de Dios.
"la religión se les ha vuelto el puro negocio" 1a Timoteo, 6,5

Los señores que dirigen algún grupo religioso NO tienen ninguna Autoridad Apostólica delegada por Dios para "exigirle" a la gente que cumpla como si fueran "judíos" cobrando el "diezmo" judío
para sostener un Sacerdocio que ya caducó

En este NUEVO TESTAMENTO sellado con la sangre de Cristo hay un Nuevo Pueblo: La Iglesia Católica de Jesucristo, INSTITUIDA en LOS APOSTOLES y sus Sucesores los Obispos (Hechos 20,28). Estos Obispos sucesores de los Apóstoles son los que han recibido la Autoridad delegada por Cristo a sus Apóstoles por medio de la imposición de manos. (Hechos 6,6 1a Tim. 4,14)
No como algunos predicadores improvisados que de pronto se sienten iluminados por algún espíritu y se ponen a formar sus grupitos "cristianos" para imponerles el "diezmo" y sacarles dinero.

Sólo hay una Iglesia que viene desde el principio, es la Iglesia fundada por Jesucristo, que él sostiene a pesar de los fallos y errores humanos. Está formada por hombres pecadores. Si Dios hubiese querido tener una Iglesia Celestial hubiera mandado ángeles para dirigirla…

Por éso es necesario respetar a las Autoridades que han sido puestas por Dios.  (Rom 13,1) y no ponerse a formar nuevas iglesias.

Esta Autoridad Apostólica no se obtiene tan sólo con ponerse a "leer la Biblia". No cualquier persona puede ponerse a predicar por su cuenta, y empezar a pedirle DIEZMOS a la gente
atemorizándola con citas bíblicas como "Me estáis robando, traigan los diezmos al alfolí"

¿Porqué? Porque esta cita bíblica fue dirigida a los JUDIOS que tenían el deber y la obligación
de sostener a los SACERDOTES JUDIOS, ya que ellos habían recibido la tierra que manaba "leche y miel" y necesitaban del sacerdocio judío  para ofrecer sus ofrendas y holocaustos en el antiguo templo.

Ahora bien mis hermanos. Los mensajeros del Evangelio de Cristo primeramente deben ser llamados como lo fue Aarón (Hebr 5,4). Este llamado lo hizo Cristo cuando escogió
a los que iban a ser los apóstoles de Su Única Iglesia (Mateo 10,1   Lucas 6,13). Por eso La Iglesia Católica es Apostólica pues remonta sus orígenes desde los tiempos apostólicos

La Iglesia de Cristo no es ningún nuevo grupo formado por algún despistado predicador
ni tampoco lo es cualquier iglesia fundada a partir de la rebelión de Lutero en el año 1517 (o proveniente de una herejía anterior).

Asi que, nadie puede adjudicarse que ha recibido autoridad de Dios para fundar nuevas iglesias
tan sólo porque un día a alguno se le ocurrió ponerse  a "leer la Biblia". Porque Dios dispuso Autoridades Apostólicas   que ya han sido instituidas por Cristo en SU Iglesia.
A éstas Autoridades hay que obedecer porque ellas velan por nuestras almas. (Hebr 13,17)

Esta Autoridad delegada por Jesucristo sólo se encuentra en la Única Iglesia Antigua. Sí, en ésa Iglesia Católica que muchos desprecian y juzgan porque pretenden que pueden edificar por si mismos unas "iglesias mejores"

Sin embargo estas "iglesias" de los hombres deben de saber que se están portando mal, cuando predican la división de los cristianos, porque van en contra de  la Voluntad de Jesucristo
expresada en El Evangelio de San Juan 17,21

Muchos fundan nuevas iglesias con afán de lucro y engañan a la gente con eso del diezmo.

En Resumen :
El Diezmo, las ofrendas y los holocaustos son para los Judíos.

Nosotros los cristianos NO somos judios ni pertenecemos a ninguna tribu de Israel

Los cristianos cooperan para el sostenimiento de sus hermanos. Hacen "COLECTAS" así como Pablo pedía a los cristianos que ayudaran a los hermanos de Jerusalén que pasaban por una crisis.

"Para que lleven vuestro donativo a Jerusalén" 1a Corintios 16,3

Los Judíos Diezmaban para sostener su sacerdocio levita

Los cristianos conocemos el amor al prójimo y nos damos cuenta de sus necesidades.

Cada quien da  según como lo ha decidido en su corazón  2a Co. 9,7
Sin que ningún mañoso abusivo le esté exigiendo con amenazas el antiguo diezmo judaico
a los que débiles que no saben bien de estas cosas.
Gloria a Dios.

Opinión del José Luis Vela (ex pastor evangélico) 

viernes, 25 de julio de 2014

Resurreción de los muertos?

Juan 5, 11-13
Y este es el testimonio: Que DIOS nos ha dado vida eterna
Y esta vida esta en su hijo.
El que tiene al hijo, tiene la vida eterna
El que no tiene al Hijo de DIOS no tiene la vida
Estas cosas os he escrito a vosotros
que creéis en el nombre del Hijo de DIOS,
para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis
En el nombre del Hijo de DIOS.
En la gramática de este contexto en este pasaje, las palabras "Vida eterna" en griego eionion zoes Están en presente posesivo, y este presente posesivo incluye una consciencia eterna de la presencia de DIOS, que por lo tanto excluye el concepto del "Sueño después de la muerte". El que tiene al Hijo YA tiene la vidaETERNA por lo tanto nadie puede destruir esta vida que al ser eterna es continúa sin ningún período de inconsistencia.

San Juan 11, 25-26
Le dijo JESÚS: Yo soy la resurrección y la vida
El que cree en mí, aunque este muerto vivirá
Y todo aquel que vive y cree en mí
No morirá eternamente.
Creen esto?

En este contexto JESÚS esta consolando a Marta de la muerte de su hermano Lázaro. Por lo tanto las palabras "Vida" y "muerte" se refieren a esta ocasión en particular. Especular que esto se refiere a una vida en un futuro escatológico es atentar contra la gramática y el contexto.
La palabra griega para designar muerte en su raíz es thanatos de la cual proviene el verbo apothnesko. Vida se designa con la palabra Zoe del verbo zac. La escritura nos habla de dos tipos de muerte la "física" y la "espiritual". La primera es la separación del espíritu del cuerpo, y la segunda es la separación del espíritu de DIOScomo consecuencia del pecado. También dos tipos de vidas son explicados en elNuevo Testamento, una la física "Bios" que es la unión del cuerpo y del alma y la segunda la vida espiritual "Zoe" que es la comunión del alma con DIOS, estas palabras son esenciales para entender las palabras de CRISTO a Marta.
JESÚS le asegura a Marta que a pesar de la muerte física El, JESÚS es la fuente de vida. Por lo tanto El es capaz de dar vida a pesar de la muerte evidente. El propósito de CRISTO en primer lugar fue consolar a Marta y qué mejor consuelo que decirle que aún después del concepto familiar haya  vida después de la resurrección, El,JESÚS dá vida aún después de la muerte.
Vamos a ver esto en un contexto de hermenéutica. Dice la Palabra que Marta en cuanto oyó que JESÚS venía salió a recibirlo y en el versículo 21 dice "Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto" frente a este recibimiento JESÚSresponde "Tu hermano resucitará", el próximo versículo indica que Marta entendió que esto sería el día de la resurrección final, el último día. Para disipar confusiónJESÚS declara "Yo soy la resurrección y la vida" JESÚS en los próximos versículos y refiriéndose a Lázaro le dice a Marta que aunque está muerto físicamente si creyó en El, NO MORIRÁ ESPIRITUALMENTE, pues Él da vida eterna. El griego es poderoso en el versículo 26 para afirmar la vida eterna del creyente.
San Juan 5, 25
Viene ya la hora, y ahora es, cuando los muertos
Oirán la voz de DIOS y los que la
Oyeren vivirán.
La palabra griega para definir "muertos" es "nekros" que quiere decir "muerto, difunto, cadáver" y por supuesto no se aplica a la muerte espiritual, por lo tanto está hablando de los que ya han muerto y que van a vivir por la palabra predicada.
"Vida eterna" bíblicamente hablando es muy diferente de "inmortalidad". La inmortalidad va a ser restaurada después de la resurrección final, la vida eterna, la que no se acaba ya, la tenemos en JESÚS.


II Timoteo 1, 10
Pero que ahora ha sido manifestado por la
Aparición de nuestro Salvador JesuCRISTO, el cual
Quitó la muerte y sacó a la luz  la vida y la inmortalidad por el Evangelio.
En este versículo se ve la diferencia entre Vida "Zoen" e inmortalidad "aftharsia". La vida es restaurada en el creyente en el momento en que cree en JESÚS (1 Juan 5, 11) la inmortalidad será restaurada después del segundo advenimiento deCRISTO, como lo dice Pablo en I Corintios 15, 53 "por que es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad"
También en Romanos 2, 7 el apóstol distingue claramente entre "vida eterna" como una condición de conciencia cualitativa e inmortalidad que siempre se refiere a la resurrección final "vida eterna a los que perseverando en bien hacer, buscan gloria, honra e inmortalidad"

Filipenses 1, 21-23
Porqué para mí, el vivir es CRISTO
Y el morir es ganancia
Mas si el vivir en la carne resulta para mi beneficio
De la obra, no se entonces que escoger.
Por que ambas cosas estoy puesto en estrecho
Teniendo deseos de partir y ESTAR con CRISTO
Lo cual es muchísimo mejor.

En este pasaje Pablo declara que al, que vive en CRISTO, le conviene morir pues de esa forma está con CRISTO eternamente, no dice que va a dormir o a ganar la inconsciencia, dice "estar con CRISTO" no en la resurrección final, sino en la visión beatífica.

I Tesalonisences 4, 13-18
Tampoco queremos que ignoréis acerca de los
Que duermen, para que no os entristezcáis
Como los otros que no tiene esperanzas.
Por que si creemos que JESÚS murió y resucitó
Así traerá DIOS con JESÚS a los que durmieron
En él.
Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor
Que nosotros los que vivimos, que habremos
Quedado hasta la venida del Señor
No precederemos a los que durmieron…
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz
De arcángel y con trompeta de DIOS, descenderá del cielo
Y los muertos en CRISTO resucitarán primero
Luego nosotros los que vivimos, los
Que hayamos
Quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos
En las nubes para recibir al señor en el aire
Y así estaremos siempre con el Señor. Por lo tanto alentados y saldrán al encuentro del señor junto con los que no han pasado la experiencia de la muerte y ya ambos gozarán de la inmortalidad. Nada indica que las almas de los que han muerto estén dormidas, dormidos están sus cuerpos en el polvo esperando la resurrección.
 San Pablo es mas especifico en la Carta a los Efesios donde se refiere a la vida celestial de los que han sido restaurados en Cristo:
Estando muertos a causa de nuestros delitos, [Dios] nos vivificó juntamente con Cristo —por gracia habéis sido salvados— y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús" (Ef 2,5-7).

Estamos “Sentados en los cielos” en Cristo que nos ha dado vida nueva, no estamos inconscientes esperando un día lejano, la realidad  de la vida en abundancia traída por Jesus es adquirida en nuestro espíritu por los meritos de la Pasión de Jesus.
San Lucas 23, 42-43
Y dijo a JESÚS: acuérdate de mí cuando vengas en tu reino
Entonces JESÚS dijo: De cierto te digo que hoy estarás
Conmigo en el paraíso.
El buen ladrón le pide a JESÚS en la mejor interpretación Judía que se acuerde de el cuando el "reino" mesiánico de la resurrección llegue. Aquí el ladrón utiliza la palabra griega "basileia" que se refiere al reino de DIOS y que es utilizada en el Nuevo Testamento 162 veces, sin embargo JESÚS no contesta con la misma palabra que se refiere al reino o Basileia, JESÚS responde que ese día estaría con Él en el paraíso en griego "paradeisos" que no se refiere al reino mesiánico de la resurrección, si no a la visión beatificada o Gloria y es la misma palabra que utiliza San Pablo en II Corintios 12, 4 donde dice: conozco a un hombre… que fue arrebatado al paraíso, y oyó palabras inefables que no le es dado expresar" también esta palabra paraíso se encuentra en Apocalipsis 2, 7 "el que tiene oídos que oiga lo que el Espíritu le dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de DIOS". JESÚS le promete ese mismo día al ladrón estar con ÉL en el paraíso que es el lugar donde JESÚS se encuentre, sea en el seno de Abraham o en el cielo o sea Junto a El donde hay vida eterna y salvación.
La versión Reina-Valera original de 1569 dice en este " entonces JESÚS le dijo: de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso".
La Vulgata Latina traducida por San Jerónimo, erudito de habla griega fluente, delSiglo IV dice: "Y JESÚS le dijo: en verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Sin embargo la "Versión Reina-Valera año 1990, versión Adventista dice: EntoncesJESÚS le contestó: Te aseguro hoy, estarás conmigo en el Paraíso" lo cual constituye una violación de la versión de Cipriano de Valera y Casiodoro de la Reina, además de manipular la Palabra de DIOS para provecho de una doctrina particular de un grupo. Esto no es lo que reina Valera, grandes lingüistas, dijeron en su original. Además se vé claramente que se ha forzado gramaticalmente la frase pues construida de esta forma sobra el hoy. Veamos: La forma correcta de decirlo según esta versión seria" Te aseguro, estarás conmigo en el Paraíso" tu no hablas diciendo "te aseguro hoy, irás al cine conmigo" tu dices "te aseguro, irás al cine conmigo" o como tiene lógica gramatical "te aseguro, hoy irás conmigo al cine" La traducción adventista está totalmente forzada. Una de las razones que se dan es que el ladrón no murió ese día. Inexacto, a los ladrones se les partieron los pies para que murieran ese día pues al día siguiente era la Pascua y no podía haber cuerpos expuestos (San Juan 19, 31-34)
Otro de los segmentos es que JESÚS no subió al PADRE hasta después de la resurrección, pero JESÚS le promete que ese día estará con Él, o sea la vida eterna que comenzó a compartir con JESÚS, pues después de la cruz comenzó laSALVACIÓN y el estar con JESÚS ya es el Paraíso.
Los adventistas utilizan el Eclesiastés, especialmente él capitulo 9, versículo 5 y 6 para sustentar la doctrina de que el espíritu duerme hasta el día de la resurrección; pero el mismo Eclesiastés dice en él capitulo 12, versículo 7 " y el polvo vuelve a la tierra, como era y el espíritu vuelve a Dios que lo diómaliciosamente los Adventistas y los Testigos de Jehová han cambiado el versículo diciendo "y el aliento de vida regresa a DIOS" aunque la palabra utilizada aquí es nefest o ruach que significa espíritu en Hebreo.
Otra doctrina falsa es que Moisés subió al cielo en cuerpo y alma, lo cual no esBíblico, pues Deuteronomio 34, 5-6 dice que murió y fue sepultado en tierra de Moab, y los judíos hasta el día de hoy no tienen noticias de esta "Asunción". La cita de la Epístola de Judas versículo 9 no indica en ningún modo que Moisés subiera el cielo y el diablo tratara de impedirlo, no sucedió con Enoc y no sucedió con Elías, no tiene base ni precedencia Bíblica. Además Judas aclara que contendía por el "Cuerpo", no por Moisés. La palabra cuerpo utilizada es en Griego "soma" que quiere decir "cuerpo, cuerpo muerto, cadáver". Luego entonces, cuando Moisés se apareció Moisés a JESÚS en la Transfiguración era espíritu vivo, no cuerpo ascendido.

I Pedro 3, 18-20
Por que también CRISTO JESÚS, padeció
Una vez por los pecados
El justo por los justos para llevarnos a DIOS
Siendo a la verdad muerto en la carne,
Pero vivificado en el espíritu.
En el cual también fue y predicó a los
Espíritus encarcelados
Los cuales en otro tiempo fueron
Desobedientes cuando una vez esperaban
La paciencia de DIOS en los días de Noé.
En su Epístola el Apóstol Pedro habla claramente que JESÚS después de muerto y durante los días en que su cuerpo descansó en la tumba, bajó al Hades o lugar de los muertos para que estos escucharan la Buena Noticia, lo cual quiere que no estaban en estado de "dormitar" ya que escucharon la Buena Noticia.
Algunos grupos tales como los Adventistas y los Testigos de Jehová dan la explicación que esto fue antes de nacer JESÚS, en tiempo de Noé cuando Él era aún "El Verbo" pero en el Capitulo 4 de la misma Epístola se desmiente este artilugio. En el versículo 6 donde dice: "porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres, y vivan en el espíritu según Dios" Aquí Pedro aclara que JESÚS fue a predicar el Evangelio a los muertos, como nos dice los versículos anteriores para que sepan por que ley van a ser juzgados y para que conozcan el Evangelio que se ha predicado después de ellos.
No te dejes engañar hermano con falsas doctrinas surgidas en los últimos tiempos,todas estas han sido inventadas hace menos de 150 años. La Iglesia en sus dos mil años de historia ha definido, asistida por el Espíritu Santo como le estaba prometido, las verdades de la fe (San Juan 16, 13).
Les recuerdo las palabras del apóstol a su discípulo Timoteo "Empero el Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios: I Timoteo 4, 1-2.

Qué es lo que tienes que hacer para no caer en la apostasía final? La respuesta te la da el mismo JESÚS en San Mateo, 24, 23: NO LO CREAN

El aborto en la Biblia - Por Monseñor Enrique San Pedro S.J.


Al empezar la exposición del tema "El aborto en la Biblia", debemos comenzar por una constatación que no dejará de sorprender a muchos: La Biblia parece ignorar casi por completo el problema que nos ocupa. En efecto, el Nuevo Testamento no contiene ninguna norma que se refiera directa y específicamente a él, y todo lo que el Antiguo Testamento nos ofrece es una breve cláusula legal, que como veremos, no carece de dificultades. En el desarrollo del tema trataremos de demostrar que esta primera impresión no corresponde por completo a la realidad, y que la Biblia sí nos ofrece principios muy básicos que no pueden dejar de influenciar la concepción moral cristiana. Hablaremos de la vida en el seno materno bajo la mirada divina de Dios Señor de la vida, pero antes será conveniente discutir el pasaje del Éxodo que contiene la ley israelita sobre el aborto, a la que acabamos de aludir. Para mayor claridad dividiremos su discusión en tres puntos:
1) El análisis del texto y su evolución en las traducciones de la Septuaginta (griega) y de la Vulgata (latina).
2) El contexto en la legislación bíblica.
3) El contexto legal del próximo Oriente Antiguo.
Al final indicaremos algunas conclusiones que fluyen de lo que expondremos.
A. La legislación de Israel
1. Análisis del Texto
a) El original hebreo: Se trata de una ley que se encuentra en Ex 21, 22-25. La Biblia de Jerusalén la traduce así: "Si unos hombres, en el curso de una riña, dan un golpe a una mujer encinta y provocan el parto sin más daño, el culpable será multado conforme a lo que imponga el marido de la mujer y mediante arbitrio. Pero si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal".
La comparación con la traducción de la Nueva Biblia Española nos permitirá sospechar algunos de los problemas del texto original. Dice así: "Cuando en una pelea entre hombres alguien golpee a una mujer encinta haciéndole abortar, pero sin causarle ninguna lesión, se impondrá la multa que reclame el marido de la mujer, y la pagará ante los jueces. Pero cuando haya lesiones las pagará: "Vida por vida, ojo por ojo,..."
Como se ve, el texto se presta a diversas interpretaciones. En el verso 22, que es sin duda el más importante, hay tres incisos que ofrecen cierta dificultad. Vamos a analizarlos primero según el original.
1. La frase "y provocan el parto" (BJ) o "haciéndole abortar" (NEB), dice en hebreo y completamente a la letra: "Y saliesen sus hijos". El plural es el llamado plural de generalización, que indica por lo tanto aquí el fruto de la gestación, el feto. El inciso por lo tanto se puede traducir con más exactitud "y abortase su feto", tomando el verbo no en sentido causativo, sino más bien intransitivo, es decir, haciendo "su feto" el sujeto del verbo que queda sin complemento directo.
2. La frase "sin más daño (BJ), "sin causarle ninguna lesión" (NEB), parece que significa a la letra "y no hay cura"; esta última palabra, sin embargo, estaría usada eufemísticamente por "daño", desgracia, accidente". Su sentido por tanto es "y no hay daño", pero se debe sobrentender sin duda "otro", dada la multa que se impone. En el verso siguiente, el 23, el inciso paralelo significa por tanto: "Pero si hay daño", o mejor aún, "pero si hay (otro) daño".
3. La frase "mediante arbitrio" (BJ), o "y la pagará ante los jueces" (NEB), es rara y oscura; por eso algunos proponen una corrección. Veremos que la traducción griega la interpreta algo diversamente; vamos pues a dejarla en su ambigüedad para pasar a discutir las traducciones.
b) La Septuaginta: Como se sabe, es la más antigua traducción del Antiguo Testamento y nos ofrece, además de un control de pasajes oscuros del texto original, la interpretación del judaísmo alejandrino en los últimos tres siglos antes de Cristo. El pasaje que estamos discutiendo lo tradujeron así los autores de la Septuaginta: "Si luchan dos hombres y golpean a una mujer encinta, y saliese el niñito de ella no formado, se pagará una multa; según lo que imponga el marido de la mujer, se dará equitativamente. Pero si está formado, dará alma por alma..."
Señalemos las principales diferencias con el original hebreo.
1. El griego indica explícitamente que son dos los contendientes.
2. Las frases hebreas "y no hay (otro) daño" y "si hay (otro) daño", que el original deja ambiguas, aunque parezca más probable que las refiera a la madre, la traducción griega, al utilizar el participio neutro, las interpreta sin lugar a duda del feto.
3. Al inciso final del verso 22, que como indicamos es oscuro, los traductores griegos lo entendieron en el sentido de que la multa impuesta no debe ser arbitraria ni exagerada. Vemos pues que la Septuaginta ha puesto más énfasis en el feto abortado, al que ha hecho el centro de la ley.
c) La Vulgata: San Jerónimo ha seguido quizás más de cerca el texto hebreo, pero también ha introducido ciertas variantes que conviene señalar. Su traducción dice así en castellano: "Si peleasen unos hombres y uno golpease a una mujer encinta y procurase un aborto, pero ella quedase viva; estará sujeto a la pena que el marido de la mujer exigiese, y los arbitrios juzgasen. Pero si se siguiese su muerte, pagará alma por alma..."
En esta traducción advertimos la frase "y no hay (otro) daño" ha sido interpretada por San Jerónimo en el sentido extremo de la muerte y la ha entendido explícitamente de la madre. Esto hace que la segunda parte de la ley resulte casi ininteligible, ya que si muere, la única pena que puede pagar el homicida es la de la vida por vida, pues el resto, dentro de la ley del talión, carecería de sentido. La traducción latina entiende también el inciso sobre las consecuencias inmediatas del golpe (el aborto) en forma activa, pues el sujeto es el pronombre "`quis', uno, alguno", se entiende de los que pelean. Por último, el inciso final del verso 22 lo ha hecho más claro y explícito, al traducir "juzgasen".
Al terminar esta primera parte de nuestra exposición sobre la legislación israelita, presentaremos algunas conclusiones. Vamos pues a continuar con la presentación del segundo punto arriba indicado, es decir,
El contexto de la legislación israelita.
La ley que comentamos se encuentra en lo que se podría llamar el código penal de Israel, que en la composición del Éxodo ha sido incorporado al relato de la Alianza (Ex 19-24). La narración de esta perícopa consta de tres partes:
(1) La Alianza y el Decálogo (Ex 19, 1-20, 21.)
(2) El código de la alianza (Ex 20, 22-23, 33.)
(3) La ratificación de la Alianza (Ex 24, 1-18.)
La ley sobre el aborto se encuentra evidentemente en la segunda parte. En ella hay una legislación muy variada, expresada en la mayoría de los casos en forma casuística, según la tradición legal de la época y la región.
Concretamente el aborto se trata en el párrafo en el que se discuten y fijan las sanciones para los diversos casos de golpes y heridas (Ex 21, 18-36). En el párrafo precedente se habían tratado diversos casos sancionados con la pena de muerte (Ex 21, 12-17); el párrafo siguiente se ocupa sobre todo de delitos contra la propiedad (Ex 21, 37-22, 14). No aparece con claridad qué criterio ha regido en la ordenación de estas leyes, pero sí queda de manifiesto, creemos, el lugar que el legislador ha asignado al caso sobre el aborto. Señalemos finalmente que la ley no tiene paralelo ni en la llamada Ley de Santidad, ni en el Código Deuteronómico.
3) El contexto de la legislación extra-Bíblica
Es sabido que la legislación israelita depende en muchas de sus cláusulas de una tradición legal que se remonta a tiempos muy remotos. Algo semejante a lo que sucede con nuestros códigos respecto del Derecho Romano, o a la jurisprudencia estadounidense en su relación con la Common Law británica. Con referencia al problema que nos ocupa existen diversas normas legales extra-bíblicas, cuya presentación, aún somera, no carecerá de interés y utilidad.
a) El Código de Hamarubi: Es la colección más antigua de las que se conocen con cláusulas referentes al aborto; estas se hallan en los párrafos 209-214 de dicho código y dicen así: (209) "Si un ciudadano libre golpea a la hija de otro ciudadano libre y la hace abortar, pagará diez siclos de plata por su feto".
(210) "Si la mujer muere, su hija será condenada a muerte".
(211) "Si con un golpe ha hecho abortar a la hija de un plebeyo, pagará cinco siclos de plata".
(212) "Si la mujer muere, pagará media mina de plata".
(213) "Si golpeó la esclava de un ciudadano libre y la hizo abortar, pagará dos siclos de plata".
(214) "Si la esclava muere, pagará un tercio de mina de plata".
b) Las leyes asirias del Imperio Medio: Los Asirios estaban relacionados con los babilonios en muchos aspectos de la vida: Lengua, religión, cultura, etc.. No es pues de extrañar que sus leyes coincidan también en muchos puntos, aunque dado el carácter asirio, se advierte en ellas una mayor severidad. Las leyes asirias relativas al aborto se encuentran en los párrafos 21 y 50 al 53 de la tableta A. Vamos a darlas también en traducción.
(21) "Si un ciudadano libre golpea la hija de otro ciudadano libre y la hace abortar, después de juzgarlo y hallarlo culpable, pagará dos talentos y treinta minas de plomo; le darán cincuenta azotes con varas y trabajará para el rey durante un mes".
(50) "Si un ciudadano libre golpea la esposa de otro ciudadano libre y la hace abortar, se tratará a la esposa del ciudadano libre, que provocó el aborto de la esposa del otro ciudadano libre, como él la trató; compensará la pérdida de su feto con una vida. Sin embargo, si aquella mujer fallece, se ajusticiará al ciudadano libre; compensará su feto con una vida. Pero si el marido de aquella mujer no tiene hijo varón, si alguien la golpea haciéndola abortar, se ajusticiará al que la golpeó; aún cuando el feto sea de una niña, se compensará con una vida".
(51) "Si un ciudadano libre golpea la esposa de otro ciudadano libre que no cría sus hijos y la hace abortar, se observará este castigo: Pagará dos talentos de plomo".
(52) "Si un ciudadano libre golpea una prostituta y la hace abortar, se le dará golpe por golpe; compensará con una vida".
(53) "Si una mujer se provoca voluntariamente un aborto, después de juzgarla y hallarla culpable, la empalarán en estacas y la dejarán sin enterrar. Si muere al abortar, la empalarán en estacas y la dejarán sin enterrar. Si alguien esconde a esa mujer cuando tuvo el aborto, sin informar (al rey?...)
c) Las leyes hititas: Aunque el Imperio Hitita tuvo menos influjo sobre Israel por hallarse más alejado tanto geográfica cuanto cronológicamente, puede sin embargo ser interesante conocer también su legislación en la materia. En sus leyes encontramos las disposiciones siguientes:
(17) "Si alguien hace abortar a una mujer libre pagará diez siclos de plata si está en el décimo mes, cinco siclos de plata en el quinto mes, y dejará su hacienda como fianza". Esta misma ley tiene una versión posterior que estipula el pago de veinte siclos de plata en toda hipótesis.
(18) "Si alguien hace abortar a una esclava, pagará cinco siclos de plata si está en el décimo mes". Una versión posterior estipula que el pago será de diez siclos.
Conclusiones
Después de exponer y analizar la ley israelita y sus antecedentes jurídicos en el ámbito del próximo Oriente antiguo, nos parece oportuno indicar algunas consecuencias que de ello se deducen. Es claro ante todo que las leyes que conocemos consideran únicamente el aborto accidental o involuntario; hay una sola excepción, el párrafo 53 de las leyes asirias. La severidad, y aún crueldad, del castigo que impone esa ley: Empalamiento de la culpable y privación de sepultura, son claro indicio de la gravedad que se atribuye al delito. Esto mismo, y la ausencia de la legislación en los otros códigos, parecen indicar que se trata de una acción desacostumbrada. Aparece también con claridad que la mujer encinta (aún esclava o prostituta) y el fruto de sus entrañas gozan de una especial protección de la ley, aunque las diversas multas impuestas indicarían que no se considera al feto como sujeto de derechos humanos plenos.
En concreto, el pasaje del Éxodo confirma la impresión de que el aborto voluntario es prácticamente desconocido en Israel. La imprecisión y aún oscuridad del verso 22 no nos permiten conclusiones definitivas; sin embargo todo el contexto parece indicar que tampoco en Israel el feto es aún sujeto de plenos derechos. Por otra parte, la Septuaginta podría testimoniar una creciente sensibilidad hacia los derechos del feto.
En resumen, la legislación explícita y positiva sobre el aborto que encontramos en la Biblia, a pesar de su brevedad y reticencia, es testigo del valor que se atribuye a la maternidad y de la protección que le otorga la ley para una gestación normal, aunque parezca no reconocer al feto la plenitud de sus derechos humanos. Recordemos que parece tratarse, además, de casos sumamente excepcionales, que no requieren mayor atención del legislador.
B. La vida en el seno materno bajo la mirada divina
Como dijimos al principio de nuestro trabajo, sería completamente inadecuado el restringir nuestra atención al estudio exclusivo de la legislación, sin tener en cuenta toda la fuerza y el peso del pensamiento bíblico relativo a la vida. En esta segunda parte vamos pues a analizar algunos textos que ponen de manifiesto una relación especial entre Dios y la vida del nonato. Para mayor claridad los agruparemos en tres párrafos:
1) Dios, autor de esa vida.
2) La elección divina antes del nacimiento.
3) La plenitud del Nuevo Testamento.
Al final formularemos de nuevo unas breves conclusiones.
1) Dios, autor de la vida intrauterina Vamos a presentar, sin pretender ser exhaustivos, cuatro textos importantes.
a) Eclesiastés 11, 5: "Si no entiendes cómo el aliento entra en los miembros de un seno preñado, tampoco entenderás las obras de Dios, que lo hace todo".
Se trata de un texto sapiencial y bastante oscuro, pero que indica sin duda, al menos implícitamente, que el aliento, ese aliento vital que hace al hombre vivo, es también "obra de Dios". Más claros son los dos textos siguientes:
b) Job 10, 8, 12: "Tus manos me formaron, ellas modelaron todo mi contorno, ¿y ahora me aniquilas? ¿Recuerdas que me hiciste de barro, y me vas a de volver al polvo? ¿No me vertiste como leche? ¿No me forraste de carne y piel? ¿No me tejiste de huesos y tendones? ¿No me otorgaste vida y favor? ¿Y tu providencia, no custodió mi espíritu?
En el lenguaje altamente poético del libro de Job, su autor afirma su convencimiento de que esa vida que nace en el seno materno está ya desde sus principios sometida a la acción divina y bajo la mirada providente del creador.
c) Salmo 139, 13, 16: Es un himno magnífico a la omnisciencia divina, a cuya mirada nada escapa: "Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro", dice el salmista. Dentro de esa misma ciencia cae todo el proceso evolutivo del embrión humano, como lo expresa con lenguaje poético e imágenes tradicionales el autor: "Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque eres sublime y te distingues por tus hechos tremendos; yo lo sé muy bien, conocías hasta el fondo de mi alma, no se te escondía mi organismo. Cuando en lo oculto me iba formando y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mi embrión, mis días estaban modelados, escritos todos en tu libro, sin faltar uno".
d) 2 Mac 7, 22s, 27s: El texto más explícito, sin embargo, nos lo ofrecen las palabras heroicas de aquella madre judía que exhorta al último y más joven de sus hijos a resistir los halagos y amenazas del tirano, recordándole que, "Yo no sé cómo apareciste en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida, ni ordené los elementos de vuestro organismo. Fue el creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo. El, con su misericordia, os devolverá el aliento y la vida si ahora os sacrificáis por su Ley... Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira al cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre".
2) La elección divina antes del nacimiento Otra serie de textos de la Escritura nos muestra a Dios no ya en su actividad creadora respecto a la generación humana, sino en el ejercicio de su libertad soberana con la que conduce por el camino de la Historia de la Salvación nuestro acontecer humano. Como en el párrafo precedente, vamos a presentar ahora con brevedad algunos ejemplos, dejando para el final la formulación de las consecuencias que de ellos se deducen.
a) El nacimiento de Isaac (Gen 17, 15-21; 18, 9-15; 21, 1-7). El relato es demasiado conocido para detenernos en su presentación. Subrayamos solamente esa relación íntima que contiene entre Dios, y la concepción y nacimiento del hijo de la promesa, aún desafiando las leyes de la naturaleza.
b) Jacob y Esaú (Gen 25, 19-26). También aquí tenemos el detalle de la concepción bajo el signo explícito de la intervención divina, pues dice el relato que "Isaac rezó a Dios por su mujer, que era estéril. Dios lo escuchó y Rebeca, su mujer, concibió". (v.21). Pero hay más, pues el oráculo divino descubre esa mirada del Dios que vela sobre nuestros destinos humanos ya desde el seno materno: "Dos naciones hay en tu vientre, dos pueblos se separan en tus entrañas. Un pueblo vencerá al otro, y el mayor servirá al menor". (v.23).
c) La vocación de Jeremías (Jer 1, 5ss): Tenemos en ella afirmación explícita de esa elección divina que precede no solo del nacimiento: "Antes de salir del seno materno te consagré y te nombré profeta", sino aún la concepción misma: "Antes de formarte en el vientre te escogí". Aparece además, aunque en forma implícita, todo el período de gestación bajo esa protección especial de la divina providencia que vela por aquel a quien ha escogido como su profeta, aunque ni él ni nadie lo pueda sospechar hasta que Dios mismo lo descubra con su llamada.
d) La vocación del Siervo de Yahveh (Is 49, 1-6): Se trata del pasaje en el que el autor de la segunda parte del libro de Isaías, llamado generalmente el Déutero-Isaías, describe la misión de ese personaje misterioso que él califica como el Siervo de Yahveh. Coincide en su punto central con la vocación de Jeremías que acabamos de considerar, pero tiene algún matiz diferente que señalaremos después de leer el texto: "Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo el en vientre, y Yahveh me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: `Tú eres mi siervo (...), de quien estoy orgulloso'. Mientras yo pensaba: En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas; en realidad mi derecho lo defendía Yahveh, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla Yahveh, que ya en el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel - tanto me honró Yahveh, y mi Dios fue mi fuerza -. Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel, te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra".
Lo nuevo de este pasaje es el énfasis con el que su autor descubre los cuidados de Dios en la formación de su siervo. Quizás se nos escape en concreto la fuerza de la expresión hebrea "pronunció mi nombre", porque para nosotros el nombre no tiene el mismo valor que para el hombre del Antiguo Testamento. Para él el nombre no es un simple apelativo; el nombre toca la raíz íntima del ser, equivale a la naturaleza misma del que es llamado. Por eso al decir el profeta del Siervo de Yahveh que Dios pronunció su nombre, está afirmando la fuerza creadora de la palabra divina y simultáneamente la relación dialogal que de este modo establece con su siervo al llamarlo así por su "nombre" ya desde las entrañas maternas.
3) La plenitud del Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento nos ofrece en esta misma línea que hemos desarrollado en el párrafo precedente, dos eximios ejemplos que también queremos considerar brevemente.
a) San Juan Bautista (Lc 1, 5-25, 39-44): El anuncio de su nacimiento futuro (Lc 1, 5-25) confirma los datos que hemos descubierto en los pasajes estudiados del Antiguo Testamento: Su concepción inesperada, aunque ardientemente pedida y deseada; su nombre profético: "Yahveh es favorable"; su misión en la línea de la salvación... Datos todos que colocan esa vida que nace bajo un cuidado muy especial de Dios y que hacen en realidad, como dice un autor reciente, que "Vuestros hijos no sean vuestros". Pero el episodio nos ofrece aún algo más. El niño que va a nacer tendrá, ya desde el seno materno, ese espíritu divino, que ya no es simple aliento vital, sino presagio de la efusión del Espíritu que caracteriza los tiempos nuevos que comienzan. Es sin duda esa posición del espíritu la que le permite, aún desde el seno materno, - nuevo y precioso dato - descubrir la presencia del Mesías, él mismo también apenas concebido: "Saltó de alegría el niño en el vientre", porque "El amigo del esposo... le oye y se alegra mucho con la voz del esposo".
b) La concepción virginal de Jesús (Lc 1, 26-38); Mt 1, 18-25): Con Jesús llegamos a la cumbre de esa plenitud de que nos habla San Pablo. Plenitud de la divinidad, porque el que va a nacer "lo llamarán "Consagrado", "Hijo de Dios" (Lc 1, 35); pero también plenitud nuestra, porque el que al llegar la plenitud de los tiempos nació de mujer, quiso ser semejante en todo a nosotros, menos en el pecado. Por eso él es cabeza nuestra, en el que hemos obtenido nuestra plenitud. Recordemos, pues todos lo sabemos, algunos pormenores que nos interesan especialmente en el desarrollo de nuestro tema. La concepción y el nacimiento de Jesús no solo es anunciada previamente, como la de Isaac, o Juan Bautista; no solo que desafía las leyes de la naturaleza, como de nuevo la de Isaac, Jacob o Juan Bautista; no solo se encuentra desde el principio bajo el signo de la elección divina, como la de Jeremías o del Siervo de Yahveh; sino en su carácter virginal, en su unción consagrante, en su unión hipostática, eleva a su máximo exponente la enseñanza bíblica sobre el valor de la vida intrauterina. Vida que el relato mismo nos muestra como presente y activa ya desde los primeros días. "Bendito el fruto de tu vientre" le dice Isabel a María, y añade: "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Y la narración, sin afirmarlo en términos explícitos, deja claramente sobrentender que la presencia de ese Señor, oculto aún en el seno materno, es la razón última y verdadera del gozo del precursor.
4) Conclusiones
Como hicimos al final de la primera parte, vamos a ofrecer en forma concisa algunos puntos concretos que se deducen de la lectura atenta de los textos estudiados. Si la legislación israelita nos descubrió la protección que ofrecía la ley al nonato y a su madre, los textos analizados en esta segunda parte de nuestro trabajo nos muestran esa vida incipiente bajo la mirada solícita de Dios. Los autores sagrados saben, y lo afirman con mayor o menor claridad, que el origen mismo y la maravilla del proceso evolutivo del embrión humano, más que de los padres, dependen de la fuerza y de la actividad creadora de ese Dios que es él mismo vida y fuente de vida. El valor que la Biblia atribuye a esa vida que nace y se desarrolla en el seno materno aparece, al menos implícitamente, en las promesas y elecciones que acompañan el nacimiento de algunas grandes figuras bíblicas, sin que se pueda hacer valer el hecho de que se trata de casos excepcionales. La fuerza del argumento no está en lo excepcional del caso, sino en lo que supone de base común a todo ser humano. Esto mismo recibe su confirmación última con la Encarnación; cuando Dios envía a su propio Hijo a asumir la naturaleza humana en la unidad de una persona, lo hace desde el seno virginal de María. No nos puede quedar duda de que ahí empieza su existencia humana, como tampoco del valor que esa existencia, aún embrionaria, tiene a los ojos de Dios.
C. Dios, Señor de la Vida
Este último punto es complemento de lo que acabamos de exponer; por eso lo trataremos más rápidamente. Expondremos pues dos ideas principales que la Sagrada Escritura nos ofrece en su enseñanza sobre la vida, sin pretender ni con mucho agotar un tema que se presta a un amplísimo desarrollo.
1) La vida como don divino
Ya desde las primeras páginas del Génesis se nos presenta la vida como algo que tiene su origen exclusivo en Dios. El primer capítulo nos hace subir con su relato la escala de las criaturas, hasta llegar a los seres vivientes (aves y peces, animales terrestres), cuya cima es el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios que es vivo y dador de vida. Lo mismo nos enseña, aunque con una imagen más audaz, el autor del segundo capítulo, al describirnos a Dios soplando en las narices de la estatua de barro que acaba de modelar; aliento divino que transforma al hombre en ser vivo. Por eso Dios se nos presenta como fuente de vida, como manantial de aguas vivas, cuya palabra y cuyos mandamientos son vida para el hombre.
2) La vida como propiedad de Dios
Se trata sin duda de una consecuencia de lo que acabamos de decir. El don de la vida no es entregado al hombre sino en su fruto; su relación a Dios y su dependencia de El permanecen inalienables. Por eso Dios es el señor único de la vida y de la muerte. Por eso la vida, aún la de Caín, recibe protección. Por eso la sangre, vehículo de la vida en la mentalidad hebrea, es objeto de una prohibición especial que restringe su uso a Dios y al culto. La vida es pues algo sagrado, bien en cierto modo supremo del hombre, cuya fragilidad misma requiere la protección apodíctica del "No matarás". De ahí la odiosidad que reviste la orden criminal de Faraón de matar a los niños hebreos recién nacidos; y también el grito horrorizado del poeta anónimo, cuando se lamenta: "Mira, Yahveh, fíjate: ¿A quién has tratado así? ¿Cuándo las mujeres se han comido a sus hijos, a sus hijos tiernos?"
No habíamos mencionado el Nuevo Testamento porque el tema de la vida adquiere en él tal riqueza y profundidad, que exigiría un estudio aparte. Recordemos solamente que en él se nos descubren dimensiones nuevas, por las que aprendemos que todo hombre está llamado a esa vida nueva y divina que Cristo anuncia, promete y otorga, y que en último término es El mismo en unidad misteriosa con el Padre que vive y el Espíritu de vida.
D. Conclusión
Resumamos ya las enseñanzas aprendidas, sin repetir lo dicho al final de las dos primeras partes.
El desengaño que quizás sentimos por la falta de una condenación del aborto, explícita y categórica en la Biblia, queda compensada, y con creces, por la afirmación positiva y clarísima de la vida y su valor a los ojos de Dios.
En cierto modo se puede decir que toda la Biblia es el libro de la vida y la muerte; de la lucha entre esas dos realidades últimas del hombre. El resultado de esa lucha depende hasta cierto punto del hombre mismo, que con frecuencia tiene que afrontarlas en una opción libre y trascendental. La tragedia del hombre consiste en que muchas veces prefiere la muerte a la vida. Sin embargo la última palabra de la Escritura sobre este tema (como sobre todos los demás), no contiene un mensaje de muerte, sino que es palabra de vida y esperanza, porque todo hombre puede decir como el Salmista: "Desde el vientre materno tú eres mi Dios". "Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Yahveh, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti; en el seno tú me sostenías, siempre he confiado en ti". Y todo hombre debe confesar con el sabio que "Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes". Porque tú, Dios nuestro, "Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado". ¿Y cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubiese querido? ¿Cómo conservarían su existencia si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida".
Notas: 1. Ver P. Jouon, Grammaire de L'Hébreu Biblique; 136j 2. Como lo hacen, por ejemplo, la Biblia de Jerusalén (BJ) y la Nueva Biblia Española (NBE) 3. Ver L. Hoehler y W. Baumgarther, Lexican in Veteris Testamenti Libros, s.v. 4d. Recordar que el verbo abortar tiene también sentido intransitivo en español. 4. Ver L. Hoehler y W. Baumgarther, o.c., s.v; ver también sin embargo Fr. Brown, S.R. Driver y Ch. A. Briggs, Hebrew and English Lexicon, s.v. 5. Ver R. Kittel (ed.), Biblia Hebraica, a.l. la corrección propuesta sería importante, pues indicaría explícitamente que la multa se impone por el aborto provocado y la pérdida del feto. 6. El griego dice "teniendo en el vientre", según el modismo de esa lengua. 7. Más libremente se podría traducir: "Si tiene un aborto viable". 8. Más a la letra se podría traducir: "Según lo que sea justo", o "De acuerdo con la justicia". 9. La Septuaginta traduce a la letra del hebreo "alma por alma", aunque esa expresión significa en este caso "vida por vida". Lo mismo hará S. Jerónimo en la Vulgata. 10. "exeikonismenon". 11. El latín dice solamente "si viviese"; el sentido sin embargo es claramente el que damos en el texto. 12. El latín dice: "subiacebit dammno", que se puede traducir: "Pagará la multa". 13. Se trata evidentemente de la muerte de la madre. 14. El latín dice: "Percusserit quis... et... fecerit". 15. Por ejemplo, leyes sobre el altar, sobre los esclavos, sobre el homicidio, etc. 16. La legislación israelita de la Biblia se suele dividir en leyes apodícticas y leyes casuísticas; las primeras contienen la prohibición o el mandamiento en forma absoluta: "No habrá para ti otros dioses...", "Honra a tu padre y a tu madre..." (Ex 20, 3-12); las segundas contienen casos legales o jurídicos, expresados en forma condicional: "Si..." o "Cuando...". Esta segunda forma es la más común en la jurisprudencia de la época. 17. Lev 17, 1-26, 46; ver en particular Lev 24, 17-22. 18. Dt 12, 1-26, 15; ver especialmente Dt 19, 1-21. 19. Entre los códigos más antiguos se encuentran el de Lipit-Istar y las leyes del reino de Esnunna. Ver una traducción inglesa de los mismos en J.B. Pritfhard (ed.), Ancient Near Eastern Texts relating to the Old Testament (citado en adelante ANET), segunda edición, pp. 159-163. Esos dos códigos mencionados son de fines del tercer milenio o comienzos del segundo a.c. 20. Ver ANET, pp. 163-180. Hamurabi reinó hacia fines del siglo XVIII a.c. La traducción española que ofrecemos está basada en la inglesa de ANET, por no haber podido consultar el original; lo mismo sucede con los dos ejemplos siguientes. 21. A falta de otro término más adecuado, traducimos por "plebeyo en español) la palabra muskenum, que creemos es la que se encuentra en el original; ese término designaba a un ciudadano de segunda clase, por debajo del awilum o ciudadano que gozaba de todos sus derechos y que en la traducción llamado "ciudadano libre" (ANET los llama seignior, que equivale prácticamente a "señor" en español), y por encima del esclavo. Recordemos que filológicamente muskenum está emparentado con nuestro "mezquino", palabra que en español de la Edad Media significa el siervo de la gleva de raza española. 22. Las multas que impone el Código de Hamurabi equivalen más o menos a las siguientes cantidades en el sistema métrico: 10 siclos son 114 gr.; 5 son 57 gr.; 2 son 22.8 gr.; media mina equivale a 285.5 gr.; un tercio de mina a 190.3 gr. Calculando al precio actual, de la plata, las multas ascienden a las siguientes cantidades en dólares americanos: $70; $35; $14; $174; $114.50 Es difícil sin embargo calcular el equivalente real de esas cantidades. Ver la nota 27. 23. Ver ANET, pp. 180-188. El imperio Asirio Medio abarca los siglos XV-XII a.c. aproximadamente. Las leyes se encuentran copiadas en tabletas de barro cocido, que se suelen designar por las letras del alfabeto en mayúscula. 24. Las multas impuestas por las leyes asirias equivalen a las siguientes cantidades: En el párrafo 21, 70.257 Kg. por un valor aproximado de $70; en el párrafo 51, 68.544 Kg. por un valor aproximado de $67, al precio actual del plomo. 25. Ver ANET, pp. 188-197. Estas leyes son quizás de la misma época que las asirias. El montante de las multas es fácil de calcular, según lo indicado en la nota 22. 26.Se trata probablemente de una prostituta sagrada, que por este motivo recibe quizás una especial protección de la ley. 27. Para poder establecer una comparación indicamos algunas otras multas que impone el Código de Hamurabi: Una mina de plata ($345) por una bofetada de un ciudadano libre a otro ciudadano libre; media mina de plata ($172) por homicidio involuntario de un ciudadano libre a manos de otro; un tercio; de mina de plata ($114.50) por haberle roto un diente a un plebello; 10 siclos de plata ($70) por una bofetada de plebeyo a plebeyo. Esta misma cantidad son los honorarios que puede cobrar un cirujano por una operación mayor llevada a cabo con éxito. 28. Ver Gen 2, 7. 29. Esto indican sobre todo las frases "me llamo" "pronuncio mi nombre". Véase lo que se dice en el texto sobre el nombre. 30. Kahlil Gibran en su obra The Prophet (A.A. Knopf, New York, 1973; pp. 17s). Es una página que merece citarse: "Your children are not your children, they are the sons and daughters of life's longing for itself. They come through you but not from you, and though they are with you yet they belong not to you... You are the bows from which your children as living arrows are sent forth. The archer sees the mark upon the path of the infinite and He bends you with his might that His arrow; may go swift and far". 31. "Se llenará de espíritu santo ya en el vientre de su madre" (Lc 1, 15). 32. Jn 3, 29. 33. Ver Jn 1, 14. 34. Ver Gal 4, 4. 35. Ver Heb 2, 17s; 4, 15. 36. Ver Col 2, 9; también Ef 1, 22s; 4, 13. 37. Jesús es el Mesías, el Ungido de Dios. 38. "Y el Verbo se hizo carne". (Jn 1, 14). 39. Ver Lc 1, 26 y 56. 40. Ver los textos citados más adelante en las notas 43-47. 41. Damos una breve indicación bibliográfica que puede ayudar a profundizar el tema: R.Bultmann y G. von Pad, Zoé en Thwnt II, pp. 833ss; B.J. Alfrinb, Leben en Bibel-Lexikon (editado bajo la dirección de H. Haag; Einsiedeln-Zurich-Koln, 1956), col. 993-997; p. van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento (Biblioteca Decumenica, 3; Madrid, 1969), pp. 170-173 (con bibliografía); A.A. Viard y J. Guillet, "Vie" en Vocabulaire de théologie Biblique (editado bajo la dirección de X. León-Pufour; Paris; 1962), col. 1106-1111. No he podido consultar la tercera edición de esta obra, de la que también existe traducción española, pero creo que el artículo no ha variado sustancialmente. 42. Gen 1, 26s. 43. Ver por ejemplo Jos 3,10; Jue 8, 19; I Re 18, 10; Sal 42, 3 MT 16, 16; Jn 5, 26 Act 14, 15; Rom 9, 26; Ap 4, 9s; 10, 6. 44. Gen 2, 7. 45. Ver por ejemplo Rom 4, 17; I Tim 6, 13; Heb 11, 19. 46. Jer 2, 13. 47. Ver por ejemplo todo el salmo 119, que es un himno a la fuerza vivificante de los mandamientos y la palabra divina; esta es también un tema central del Deutoronomio (ver por ejemplo Dt 32, 45ss) y de la literatura sapiencial (ver por ejemplo Pr 8, 35 y Bar 4, 1-4). 48. Dt 32, 39; Job 12, 10. 49. Gen 4, 13-15. 50. Gen 9, 4-6; Lev 1, 1, 5, 17, 11. Ver el desarrollo que hace de este tema la carta a los Hebreos en el capítulo 9. 51. Job 2, 4. 52. Job 14, Is; Sal 39, 6s; Sab 2, Lss. 53. Ex 20, 13; Dt 5, 17. 54. Ex 1, 15-22. 55. Lam 2, 20; ver también 4, 10. 56. Ver por ejemplo Rom 6, 4; Ef 4, 17-24; Ap 2, 10. 57. Este es un tema central del evangelio de S. Juan; ver por ejemplo Jn 3, 15s; 4, 14; 5, 24s. 40; 6, 27; también I Jn, 5, 1.1s. 58. Jn 1, 4; 5, 26; 6, 35; 14, 6; Rom 8, 1-17. 59. Sal 22, 11. 60. Sal 71, 5s. 61. Sal 1, 13. 62. Sab 11, 241-26.
Nota: Monseñor Enrique San Pedro, sacerdote de Origen Cubano y quien fue obispo de Brownsville, Texas y profesor del Seminario Mayor San Vicente de Paúl en la diócesis de Miami ( Estado de Florida, EE.UU.), falleció en 1994.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Dogma de la Inmaculada Concepción

1.- ¿Evolucionan los dogmas de la Iglesia? Tal podría ser la pregunta que se formulase el lector. Sí y no. No evolucionan en su contenido, es decir, lo que hoy es verdadero, mañana o dentro de un siglo no vendrá a ser falso; pero sin evolucionar en lo que afirman o niegan, pueden evolucionar y evolucionan en la conciencia que de ellos va adquiriendo la misma Iglesia. Para poner una comparación, cada dogma (que vale lo mismo que una verdad revelada por Dios) es una semillita que el mismo Cristo ha sembrado en el campo fecundo de su Iglesia; semilla que germina, crece y se desarrolla cuando las circunstancias lo favorecen. Sino que, en nuestro caso, el tempero lo da el mismo Espíritu Santo, aquel espíritu de verdad del que decía Cristo a los Apóstoles: «Cuando yo me vaya, Él os guiará y os enseñará toda verdad, recordándoos cuanto os dije». No todo lo que Jesús hizo o dijo quedó escrito, ni tampoco cuanto enseñaron los Apóstoles que de Él recibieron el depósito de la fe. Pero nada se perdió. Parte de sus enseñanzas, las no escritas, quedaron como en el subconsciente de la Iglesia, y aflora cuando suena la hora de la Providencia, en forma tan clara y patente, que muchas veces no puede ser ahogada ni por la autoridad de los Doctores, como en el caso de nuestro dogma.
2.- Porque el dogma de la Inmaculada Concepción de María es de los clásicos para demostrar la fuerza inmanente que lleva toda doctrina divina depositada en la parcela de Dios, que es la reunión de los fieles con sus Pastores y el Sumo Pontífice romano, que los preside.
3.- Lo vamos a constatar en la Historia del dogma. No siendo éste de los que la Sagrada Escritura consigna con claridad absoluta, fue necesario, para llegar a la definición del mismo, escudriñar lo que enseñó la tradición y acudir al común sentir de la Iglesia.
I.- La Inmaculada Concepción en los primeros siglos
En los primeros siglos del cristianismo, los Santos Padres no se propusieron el problema de la Concepción Inmaculada de María. Recuérdese lo que hemos dicho en el capítulo primero de nuestro Tratado, al propósito. Pero la doctrina sobre el privilegio de María está contenida, como el árbol en la semilla, en las enseñanzas de los mismos Padres al contraponer la figura de María a la de Eva en relación con la caída y la reparación del género humano; al exaltar, con palabras sumamente encomiásticas, la pureza admirable de la Virgen; y al tratar sobre la realidad de su maternidad divina. Tres principios de la ciencia sobre María que dejaron firmísimamente sentados los primeros Doctores de la Iglesia.
1.º El principio de recapitulación
1.- Con estas palabras: principio de recapitulación, recirculación o reversión, es conocida la doctrina patrística sobre el plan divino de la salvación del género humano.
2.- A los antiguos Padres llamó poderosísimamente la atención, no menos que a nosotros, el bello vaticinio sobre la Redención humana contenido en el Protoevangelio. Y habiendo escrito San Pablo que Cristo es el nuevo Adán, completaron sin esfuerzo el paralelismo, contraponiendo María a Eva. Apenas podrá hallarse un Santo Padre que no eche mano de este recurso al hablar de la Redención. Y es tan constante la doctrina, tan universal el principio, que no es posible no admitir que arranque de la misma tradición apostólica.
3.- Citemos, por todos, a San Ireneo: «Así como aquella Eva, teniendo a Adán por varón, pero permaneciendo aún virgen, desobediente, fue la causa de la muerte, así también María, teniendo ya un varón predestinado, y, sin embargo, virgen obediente, fue causa de salvación para sí y para todo el género humano... De este modo, el nudo de la desobediencia de Eva quedó suelto por la obediencia de María. Lo que ató por su incredulidad la virgen Eva, lo desató la fe de María Virgen». Es decir, que como un nudo no se desata sino pasando los cabos por el mismo lugar, pero a la inversa, así la redención se obró de modo idéntico, pero a la inversa de la caída.
4.- Este paralelismo, que contiene dos aspectos, semejanza y contraposición, está repetido, según acabamos de decir, como un principio básico al tratar de María. Y como es fácil comprender, no alcanza toda su fuerza sino poniendo los extremos de la contraposición en igualdad de circunstancias: Eva, virgen e inocente, es causa de la ruina del género humano; María, Virgen e inocente también, causa de su salvación; Eva, adornada desde el momento de su existencia de la gracia, reclama, en la comparación, a María, también con la gracia desde el primer momento de su ser.
La legitimidad del principio de recapitulación ha sido declarada por el Papa Pío IX en su Bula dogmática sobre la Inmaculada.
2.º Exaltación de la pureza de María
1.- Un coro unánime de voces proclama a María purísima, sin mancha, la más sublime de las criaturas, etc. En esta universal aclamación de la pureza de María ha de haber, necesariamente, un principio general que la impulse. Los Santos Padres de la antigüedad no estaban mucho más informados que nosotros sobre la vida de la Virgen. ¿Qué les mueve, pues, a afirmar con tanto énfasis, con tanta seguridad, que María no admite comparación en su grandeza y elevación moral con criatura alguna? Su divina Maternidad. Evidentemente, sus alabanzas arrancan del principio que más tarde formuló San Anselmo: «La Madre de Dios debía brillar con pureza tal, cual no es posible imaginar mayor fuera de la de Dios». Ahora bien, para admitir su Concepción Inmaculada, caso de proponerse la pregunta, no necesitaban cambiar de rumbo. Bastaba sacar las consecuencias del principio sentado y admitido.
2.- Leamos algo de estas loas dedicadas a la Virgen.
San Hipólito, mártir, dice: «Ciertamente que el arca de maderas incorruptibles era el mismo Salvador. Y por esta arca, exenta de podredumbre y corrupción, se significa su tabernáculo, que no engendró corrupción de pecado. Pues el Señor estaba exento de pecado y estaba, en cuanto hombre, revestido de maderas incorruptibles, es decir, de la Virgen y del Espíritu Santo, por dentro y por fuera, como de oro purísimo del Verbo de Dios». Y en otra parte llama a María, «toda santa, siempre Virgen, santa, inmaculada Virgen».
En las actas del martirio de San Andrés, apóstol, se leen estas palabras que el Santo dirigió al Procónsul: «Y puesto que de tierra fue formado el primer hombre, quien por la prevaricación del árbol viejo trajo al mundo la muerte, fue necesario que, de una virgen Inmaculada, naciera hombre perfecto el Hijo de Dios, para que restituyera la vida eterna que por Adán perdieron los hombres». Aunque estas actas, como algunos opinan, no sean genuinas, es decir, contemporáneas de San Andrés, tienen una venerable antigüedad y nos atestiguan lo que entonces se pensaba de la Santísima Virgen.
San Efrén de Siria, apellidado Arpa del Espíritu Santo, canta de este modo a la Virgen: «Ciertamente tú (Cristo) y tu Madre sois los únicos que habéis sido completamente hermosos; pues en ti, Señor, no hay defecto, ni en tu Madre mancha alguna». Y en otras partes llama a María, Inmaculada, incorrupta, santa, alejada de toda corrupción y mancha, mucho más resplandeciente que el sol, etc.
San Ambrosio pone en labios del pecador: «Ven, pues, Señor Jesús, y busca a tu cansada oveja, búscala, no por los siervos ni por los mercenarios, sino por ti mismo. Recíbeme, no en aquella carne que cayó en Adán. No de Sara, sino de María, virgen incorrupta, íntegra y limpia de toda mancha de pecado».
Y San Jerónimo: «Proponte por modelo a la gloriosa Virgen, cuya pureza fue tal, que mereció ser Madre del Señor».
La lista podría alargarse muchísimo más. La conclusión es la siguiente: los Santos Padres no se proponen la pregunta sobre la Inmaculada Concepción, pero son tales las alabanzas que dirigen a la pureza de María, que, caso de plantearse la cuestión, hubieran llegado a la verdad por el mismo camino que seguían. Y desde luego, lo que les impulsa a la alabanza tan unánime y fervorosa de la pureza de María es la existencia de una tradición que puede calificarse de apostólica, derivada de las enseñanzas de los Apóstoles.
II.- La Inmaculada Concepción hasta la Edad Media
A partir del siglo IV, la Iglesia occidental no corre parejas con la oriental en profesar la Concepción Inmaculada de María. La herejía nestoriana que atacó directamente, única en la historia, la prerrogativa máxima de la Virgen, su divina maternidad, y que iba extendiéndose en el siglo V, ofreció más frecuente ocasión y aun necesidad de exaltar la soberana figura de la Bienaventurada Madre de Dios; al paso que en Occidente, en esta misma época, el hereje Pelagio desfiguraba el concepto de pecado original y sus funestas consecuencias en los hombres, por lo que los Padres se ven constreñidos a tratar antes de la universalidad del pecado que de la gloriosa excepción que representa la Virgen.
Leamos algunos testimonios de una y otra Iglesia.
1.º La Iglesia oriental
1.- En la Iglesia oriental encontramos el esforzado defensor de la maternidad divina de María, San Cirilo, que escribe: «¿Cuándo se ha oído jamás que un arquitecto se edifique una casa y la deje ocupar por su enemigo?». No se puede expresar más claramente la idea de la Concepción Inmaculada.
Y Teodoto de Ancira: «Virgen inocente, sin mancha, santa de alma y cuerpo, nacida como lirio entre espinas». Y en otra parte: «María aventaja en pureza a los serafines y querubines».
Proclo, secretario de San Juan Crisóstomo, en el mismo siglo V, dice de María que está formada «de barro limpio», es decir, de naturaleza humana, pero incontaminada.
2.- En el siglo VI, leemos en un himno compuesto por San Jaime Nisibeno: «Si el Hijo de Dios hubiera encontrado en María una mancha, un defecto cualquiera, sin duda se escogiera una madre exenta de toda inmundicia». Y a la santidad de María la califica de «Justicia jamás rota».
San Teófanes alaba así a María: «Oh, incontaminada de toda mancha». Y en otra parte: «El purísimo Hijo de Dios, como te hallase a Ti sola purísima de toda mancha, o totalmente inmune de pecado, engendrado de tus entrañas, limpia de pecados a los creyentes».
San Andrés de Creta: «No temas, encontraste gracia ante Dios, la gracia que perdió Eva... Encontraste la gracia que ningún otro encontró como Tú jamás».
Y en la carta a Sergio, aprobada por el Concilio Ecuménico VI, Sofronio dice de María: «Santa, inmaculada de alma y cuerpo, libre totalmente de todo contagio».
En adelante, la palabra Inmaculada, Purísima, ya no se refiere directamente a la sola virginidad de María. A medida que van adelantando los siglos se va perfilando con mayor precisión la idea de la Concepción Inmaculada.
Y así en el siglo VIII podemos leer estas palabras tan claras de San Juan Damasceno: «En este paraíso (María) no tuvo entrada la serpiente, por cuyas ansias de falsa divinidad hemos sido asemejados a las bestias».
En los siglos IX y X se contornea aún con mayor claridad la Concepción sin mancha de María. San José el Himnógrafo: «Inmune de toda mancha y caída, la única Inmaculada, sin mancha, sola sin mancha», dice de la Virgen.
Y San Juan el Geómetra en un hermoso verso: «Alégrate, Tú, que diste a Cristo el cuerno mortal; alégrate, Tú, que fuiste libre de la caída del primer hombre».
No es necesario proseguir porque en adelante la palabra Inmaculada, entre los orientales, ya tiene un significado preciso y concreto: la exención de María del pecado original. Además, desde el siglo VII la Iglesia oriental celebraba la fiesta de la Inmaculada Concepción, aunque no fuera universalmente. Sobre el significado de la fiesta oigamos a San Juan de Eubea: «Si se celebra la dedicación de un nuevo templo, ¿cómo no se celebrará con mayor razón esta fiesta tratándose de la edificación del templo de Dios, no con fundamentos de piedra, ni por mano de hombre? Se celebra la concepción en el seno de Ana, pero el mismo Hijo de Dios la edificó con el beneplácito de Dios Padre, y con la cooperación del santísimo y vivificante Espíritu». Como se observará, en estas palabras se menciona la creación de María y, asimismo, su santificación, como insinúa la alusión al Espíritu Santo a quien se apropia.
2.º En la Iglesia occidental
1.- En la Iglesia occidental, el proceso hasta llegar a la confesión clara y paladina de la Concepción Inmaculada de María resultó más lento debido a circunstancias especiales que lo entorpecieron. Pero el concepto que los Santos Padres manifiestan tener de la grandeza espiritual y moral de la excelsa Madre de Dios no desmerece ni cede en nada al de los orientales. La admisión de una mancha en María hubiera producido en Occidente, al igual que en el Oriente, un escándalo entre los fieles, y hubiera chocado con la idea que se profesaba sobre la santidad eximia de la Bienaventurada Virgen. Y en efecto, de ello echó mano el hereje Pelagio para atacar a su contrincante San Agustín, en la discusión sobre el pecado original que aquél negaba. Juliano, discípulo del hereje, escribía dirigiéndose al Obispo de Hipona: «Tú entregas a María al diablo por razón del nacimiento», es decir, si afirmas que el pecado original se trasmite por generación natural, María fue súbdita del diablo, porque de esta manera descendió y de este modo fue concebida por sus padres.
A esto contestó el Santo Doctor: «La condición del nacimiento se destruye por la gracia del renacimiento». Se discute si, con estas palabras, el santo Obispo admitió la Inmaculada Concepción. Pero es lo cierto que nuestro Doctor enseña que los pecados actuales tienen su origen en el pecado original. «Nadie, dice, está sin pecado actual, porque nadie fue libre del original». Ahora bien, opina que María no tuvo pecado actual alguno. «Excepto la Virgen María, de la cual no quiero, por el honor debido al Señor, suscitar cuestión alguna cuando se trata de pecado... Si pudiéramos congregar todos los santos y santas... cuando aquí vivían, ¿no es verdad que unánimemente hubieran exclamado: Si dijésemos que no tenemos pecado, nos engañamos y no hay verdad en nosotros?». Así, según el principio que sienta el mismo Santo Doctor, hemos de concluir que María careció del pecado original.
En esta misma época, hacia el 400, encontramos el máximo poeta cristiano Prudencio que, interpretando la fe de la Iglesia en la pureza sin mancha de María, canta en escogidos versos: «La víbora infernal yace, aplastada la cabeza, bajo los pies de la mujer. Por aquella virgen, que fue digna de engendrar a Dios, es disuelto el veneno, y retorciéndose bajo sus plantas, vomita impotente su tóxico sobre la verde yerba».
2.- En el siglo V, San Máximo escribe estas palabras: «María, digna morada de Cristo, no por la belleza del cuerpo, sino por la gracia original».
Al revés de lo que sucede en Oriente, en Occidente, a medida que van avanzando los siglos, se habla con mayor cautela sobre este asunto. No que se nuble por completo la creencia en la Concepción Inmaculada de María, pues sabemos que pronto comenzó a celebrarse su fiesta, sino que los autores eclesiásticos, por la autoridad de San Agustín, cuya opinión sobre este misterio es dudosa, y ante la necesidad de defender el dogma cierto de la universalidad del pecado original y sus consecuencias, se ven constreñidos antes a tratar de este punto que a establecer e ilustrar la excepción que constituye María a la ley universal del pecado.
Buena prueba de que la fe en este glorioso privilegio de María no quedó ofuscada nos la suministra la Liturgia. Dícese que en el siglo VII, y por obra de San Ildefonso, Arzobispo de Toledo, ya se celebraba la fiesta de la Concepción Inmaculada en España. Algunos, empero, dudan de la autenticidad del documento en que se apoyan los que lo defienden.
Pero con toda seguridad se celebraba ya en el siglo IX, como aparece por el calendario de mármol de Nápoles, que reza: «Día 9 de diciembre, la Concepción de la Santa Virgen María». La fecha de la celebración (la misma en que la celebran los orientales) indica que la fiesta transmigró de Oriente, con el que mantenía intensa relación comercial Nápoles. No es ésta la única constancia que queda de la celebración litúrgica. Por los calendarios de los siglos IX, X y XI sabemos que se celebraba también en Irlanda e Inglaterra.
3.- Pero, a pesar de la celebración litúrgica, el significado de la solemnidad no estaba teológicamente fijado. Y no deja de llamar la atención que fuese el Santo quizá más devoto de María quien frenase los impulsos del pueblo cristiano, suscitando la discusión teológica más enconada de la historia de los dogmas. Me refiero a San Bernardo.
Habiendo llegado a sus oídos que los monjes de Lyón, en 1140, introdujeron la fiesta, el Santo Abad les escribió una carta vehementísima, reprobando lo que él llama una innovación «ignorada de la Iglesia, no aprobada por la razón y desconocida de la tradición antigua». La carta es uno de los mejores documentos para probar la gran devoción del Santo a María. Cada vez que la nombra, la pluma le rezuma unción, y con la inimitable galanura de estilo que le caracteriza, convence al lector de que en todo el raciocinio no hay ni brizna de pasión. Impugna el privilegio porque así cree deber hacerlo.
A pesar del enorme prestigio del santo Doctor, su carta no quedó sin réplica. El primero que replicó a la misma, Pedro Comestor, ya hace notar la confusión de San Bernardo en el asunto, y distingue entre la concepción del que concibe, es decir, el acto de los padres, y la concepción del ser concebido, vale decir, la concepción activa y pasiva, que ya hemos definido antes. Ni faltó tampoco, como en toda polémica, la frase dura y encendida de parte del contradictor: «Dos veces -escribió Nicolás, monje de San Albano- fue traspasada el alma de María: en la Pasión de su Hijo y en la contradicción de su Concepción».
Aunque la carta del Doctor Melifluo no pudo impedir la extensión de la fiesta, que cada día cobró más auge, proyectó una influencia insospechada en las discusiones teológicas de los siglos posteriores.
III.- Controversia de los Escolásticos hasta el Beato Escoto
1.- Los siglos XIII y XIV son los del máximo esplendor de la ciencia divina llamada Teología. Los que la cultivaron se llaman Escolásticos, y hubo varios centros de importancia, entre los más ilustres, la Sorbona de París y la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Al comentar los Escolásticos el «Libro de las Sentencias» de Pedro Lombardo, que les servía como de manual y guía para dar sus lecciones, se toparon con la cuestión de la Concepción de María. Los Doctores de París se inclinaron por la opinión maculista, y los de Oxford por la inmaculista, es decir, excluyeron a María de la común caída del pecado de origen. La victoria quedó por éstos últimos, y concretamente por el Beato Escoto, su más alto exponente y representante.
2.- En París, los Maestros se plantean la cuestión en estos términos: ¿Cuándo fue santificada la Virgen María? Santificada aquí equivale, como se verá por el contexto de toda la cuestión, a purificada. Por lo que en el mismo planteamiento del problema ya se da algo como presupuesto y seguro: que hubo en María algo que necesitaba purificación. Causa de proponerse el problema en esos términos es el error contenido en el «Libro de las Sentencias» que comentaban. El error consistía en afirmar que el pecado original se identifica con la concupiscencia de la carne, que corrompe y mancha al alma. Y ponían un ejemplo: Como la inmundicia del recipiente hace que el vino de suyo dulce se convierta en vinagre, así la concupiscencia de la carne, que se transmite por generación natural, mancha la pureza del alma. En su concepto, el pecado original tenía dos elementos: uno material, que es la concupiscencia de la carne, y otro formal, lo propiamente llamado pecado, que es la carencia de la gracia.
Partiendo, pues, del principio que la carne, inficionada por la generación natural, inficiona a su vez el alma, los Doctores de París se preguntan: ¿Cuándo fue santificada, es decir, purificada María de esta infección inherente a la carne?
3.- El primero en plantearse la cuestión en estos términos es Fray Alejandro de Halés. Sienta el principio de que a «María se le otorgó cuando podía dársele», pero no saca todas las consecuencias que de él se derivan. Y siguiendo la opinión que acabamos de exponer sobre el pecado original, se pregunta si María fue santificada en sus padres, respondiéndose que no, pues aunque ellos fueran santísimos, su santidad no pudo trasfundirse a la carne que concibieron. Continúa investigando si la carne de María fue purificada antes que su alma entrase y fuese infundida en la misma, y resuelve que tampoco, porque la carne no puede ser sujeto de santidad alguna ni de ninguna gracia. Prosigue interrogando si fue santificada en el mismo momento de infundirse el alma en el cuerpo, y se inclina también por la negativa. La conclusión es que fue santificada después de la concepción, aunque antes de nacer, porque si esto se concedió a Jeremías y al Bautista, «no puede negarse a tan excelsa Virgen lo que a otros se concedió».
4.- Sigue por el mismo camino, y con una conclusión más enérgica, el Doctor San Alberto Magno. Este cree ser de fe que María fue concebida en pecado original, pues las Escrituras, en el célebre texto de San Pablo, enseñan «que en Adán todos pecaron», y si todos, también Ella.
5.- Los dos colosos de la ciencia teológica, que continuaron la labor de enseñanza de los dos ya mencionados, prosiguen, aunque más expeditos, por el mismo sendero. Son Santo Tomás y San Buenaventura.
El Doctor Angélico, Santo Tomás, afirma y repite con insistencia en varias partes de sus obras, escritas en diversas épocas, que María contrajo el pecado de origen. Citemos sólo lo que escribe en su obra máxima, «La Suma». «A la primera pregunta de si María fue santificada antes de recibir el alma», responde que no, porque la culpa no puede borrarse más que por la gracia, cuyo sujeto es sólo el alma. «A la segunda, es decir, si lo fue en el momento de recibir el alma», responde que ha de decirse que «si el alma de María no hubiese sido jamás manchada con el pecado original, esto derogaría a la dignidad de Cristo que está en ser el Salvador universal de todos. Y así, bajo la dependencia de Cristo, que no necesitó salvación alguna, fue máxima la pureza de la Virgen. Porque Cristo de ningún modo contrajo el pecado original, sino que fue santo en su concepción misma, según aquello de San Lucas: "El que ha de nacer de Ti, santo, será llamado Hijo de Dios". Pero la Santísima Virgen contrajo ciertamente el pecado original, si bien quedó limpia de él antes del nacimiento». Y en otra parte se pregunta cuándo fue santificada, y responde: «Poco después de su concepción».
A estas palabras tan claras se les ha querido dar últimamente un significado distinto, haciendo mil equilibrios para que signifiquen que Santo Tomas no negó el privilegio de María, como si negarlo entonces supusiese defecto alguno. El Santo y ponderadísimo Doctor reiría de buena gana las acrobacias intelectuales de algunos de sus comentaristas.
San Buenaventura insinúa tímidamente la solución verdadera de la cuestión, pero se declara explícitamente partidario de la opinión maculista. Después de exponer la opinión común, escribe: «Algunos dicen que en el alma de la Santísima Virgen la gracia de la santificación se adelantó a la mancha del pecado original... Esto significa, según ellos, lo que San Anselmo dice de la Santísima Virgen: que María fue pura, con pureza tan alta, que mayor, fuera de la de Dios, no se puede imaginar. Esto no repugna a la fe cristiana, porque la misma Virgen fue liberada del pecado original por la gracia que dependía y tenía su origen en Cristo, como las demás gracias de los Santos. Estos fueron levantados después de caídos, la Virgen fue sostenida en el acto de caer para que no cayera, según la referida opinión». Ninguno había expuesto aún en París tan claramente, ni insinuado con tanta precisión, los argumentos a favor de la Inmaculada. Pero San Buenaventura se inclinó por la contraria. Tiranía de la razón que se impuso sobre los anhelos del amor.
4.- No estaba reservada a los Doctores de París la empresa de defender el privilegio de María. Cuando la doctrina contraria a la Inmaculada Concepción era corriente entre los teólogos, corroborada por la autoridad de los grandes maestros, «bajó a la palestra el Doctor providencial que Dios mandó a la Iglesia para este caso», decía el antiguo Oficio de la Inmaculada: el Beato Juan Duns Escoto.

IV.- La intervención del Doctor Mariano
1.- El Beato Juan Duns Escoto nació en Maxton (Escocia), de la noble familia Duns. Se formó en la Universidad de Oxford, y en la misma y en París enseñó teología. Al llegar a París, la cuestión sobre la Concepción de María estaba definitivamente ventilada y resuelta en sentido negativo. Su doctrina sobre la exención de María de todo pecado chocó con el ambiente reinante en la Universidad, y, según el estilo de la época, tuvo que defender su opinión en una disputa pública con los doctores de la misma. El rotundo triunfo que alcanzó, midiendo su ingenio y saber con los Maestros más renombrados, hizo aquella discusión científica celebérrima en los anales de la Universidad y aun de la Iglesia. La leyenda y la tradición, como acostumbran con los hechos trascendentales, la han adornado con mil detalles hermosos. Las crónicas eclesiásticas aseguran que, al pasar el Doctor por los claustros de la Universidad para la discusión, se postró ante una imagen de María, implorando su auxilio, y que la marmórea imagen inclinó su cabeza. En el aula magna de la Universidad, aguardaban al Doctor todos los Maestros. Presidían la Asamblea los Legados del Papa, presentes a la sazón en París para negociar ciertos asuntos con el Rey. Sea de ello lo que fuere, la tradición nos dice que se opusieron al Doctor Mariano doscientos argumentos, que él refutó y pulverizó después de recitarlos uno tras otro de memoria. El número de argumentos, aun sin llegar a los doscientos, fue grande, porque de los fragmentos de la disputa que han llegado hasta nosotros se pueden recoger cincuenta. La nobilísima Asamblea se levantó aclamándole unánimemente vencedor. Una defensa similar del privilegio mariano tuvo lugar en Colonia, donde el triunfo alcanzado por el Defensor de María fue tal, que hasta los niños le aclamaban por las calles: ¡Vencedor Escoto!
Todos estos detalles de la leyenda demuestran la impresión que causó la defensa escotista en la imaginación de los contemporáneos que veían irremisiblemente perdida la causa en el terreno intelectual. Pero si los detalles son legendarios, queda en pie la historicidad del hecho conocido con el nombre de Disputa de la Sorbona, como ha probado con sus estudios el mariólogo P. Carlos Balic, conocido en todos los centros teológicos.
2.- Pasemos a exponer la doctrina del Doctor Mariano. Notemos ante todo que el Beato Juan Duns Escoto se plantea la cuestión de modo completamente diferente al de los que le precedieron: «¿Fue concebida María en pecado original?». Este modo de preguntar no presupone ni prejuzga nada, y tiene un sentido claro y terminante: ¿Tuvo o no tuvo el pecado original? Ello arranca de la idea que nuestro Doctor tiene del pecado de origen, hoy común a todos los teólogos. Para el Beato Escoto, el pecado original no consiste más que en la negación de la gracia que se debiera poseer. Y por eso no ha de preguntarse nada sobre la carne, como hacían los anteriores.
A la pregunta, pues, de si María fue concebida en pecado, responde: No. ¿Motivos? La perfectísima Redención de su Hijo y la honra y honor del mismo. Es decir, que la dificultad de los contrarios la esgrime él como argumento casi único. Resumámoslo: «Se afirma que en Adán todos pecaron y que en Cristo y por Cristo todos fueron redimidos. Y que si todos, también Ella. Y respondo que sí, Ella también, pero Ella de modo diferente. Como hija y descendiente de Adán, María debía contraer el pecado de origen, pero redimida perfectísimamente por Cristo, no incurrió en él. ¿Quién actúa más eximiamente, el médico que cura la herida del hijo que ha caído, o el que, sabiendo que su hijo ha de pasar por determinado lugar, se adelanta y quita la piedra que provocaría el traspié? Sin duda que el segundo. Cristo no fuera perfectísimo redentor, si por lo menos en un caso no redimiera de la manera más perfecta posible. Ahora bien, es posible prevenir la caída de alguno en el pecado original. Y si debía hacerlo en un caso, lo hizo en su Madre».
El Beato Escoto va aplicando el argumento ora desde el punto de vista de Cristo Redentor perfectísimo, ora desde el punto de vista del pecado, ora desde el ángulo de María, llegando siempre a la misma conclusión. Su argumento quedó sintetizado para la posteridad con aquellas cuatro celebérrimas palabras: Potuit, decuit, ergo fecit, pudo, convino, luego lo hizo. Podía hacer a su Madre Inmaculada, convenía lo hiciera por su misma honra, luego lo hizo.
De todo lo cual se deduce, escribe el Doctor Alastruey, en su conocida «Mariología»:
1.º Que el Doctor Mariano distingue perfectísimamente entre la ley universal del pecado de origen, en la que entra María, y la caída real. Es decir, entre el débito, como dicen los teólogos, y la contracción del pecado. María debía contraerlo por ser descendiente de Adán, pero no lo contrajo porque fue preservada. Por eso, su preservación se llama privilegio.
2.º Que el Doctor Mariano concilia a perfección la preservación de María y su dependencia de la Redención de Cristo. Esto lo consigue distinguiendo entre la Redención curativa y la preservativa. Esta última es, en opinión suya y ante el testimonio de la razón, redención más perfecta. Por lo que María, en su privilegio, lejos de menoscabar el honor de Cristo escapando a su influjo, como temían los antiguos, depende de Él en forma más brillante y más efectiva.
3.º Finalmente, Escoto consiguió pulverizar los principales argumentos de la opinión contraria y poner en claro que nada podía deducirse de los dogmas de la fe que fuera contrario a la Concepción Inmaculada de María.
Las páginas del Doctor Mariano vinieron a ser el arsenal en que recogían armas y argumentos los defensores del privilegio de María; y al cabo de tantos siglos de disquisiciones científicas, se llegó a la definición dogmática sin que se pudiese añadir a sus páginas ni una idea, ni un argumento, ni una distinción más.
Y para que no faltase al aguerrido defensor de la Virgen el testimonio de la opinión contraria, se lo propinó el Padre Gerardo Renier, que de enemigo doctrinal pasó, como muchos a lo largo de la historia del Dogma, a adversario personal del Beato Escoto, escribiendo a propósito de sus enseñanzas en París: «El primer sembrador de esta herética maldad (la Inmaculada Concepción) fue Juan Duns Escoto, de la Orden Franciscana». Calificación teológica que, como es evidente, fue profética. No se había visto jamás que un puñado de barro lanzado contra el adversario se convirtiera en el trayecto en un manojo de rosas y lirios.
V.- Hasta la definición dogmática
1.- Siguieron al Beato Escoto, como es fácil suponer, todos los franciscanos, que le adoptaron por Maestro, y entre sus discípulos se pueden citar nombres tan ilustres como Francisco Mayrón, Andrés de Neuchateu, Juan Basols, etc. Toda la Orden Franciscana en general, escribe Campana en María en el Dogma católico, aceptó la doctrina de su Maestro de modo que, al poco tiempo, a la Concepción Inmaculada se la llamó la opinión franciscana, nombre con que fue designada hasta la definición dogmática.
2.- Perdido ya el prestigio en la Universidad de París, la opinión contraria apeló al Papa Juan XXII en su corte de Aviñón. Y a pesar de que el Pontífice estaba en grave disensión con la Orden Franciscana a causa de las controversias sobre la pobreza, tras una disputa entre un franciscano y un dominico, el Papa se inclinó por la opinión inmaculista, y como conclusión mandó celebrar la fiesta en la capilla papal. La determinación de Juan XXII significó un paso decisivo para el triunfo de la Inmaculada. Y nos hallamos en 1325, es decir, a unos veinte años solamente de la Defensa de Escoto.
2.- Un incidente que revela los sentimientos y proceder de toda una generación fue el sucedido en 1335. Juan de Monzón recibió la investidura de Doctor. En su primera lección magistral sostuvo cuatro proposiciones contra la Inmaculada Concepción. La Universidad las reprobó y confió al franciscano Juan Vital que las refutara, como hizo en su «Defensórium pro I. M. Conceptione». Confirmada la sentencia o calificación de la Universidad por el Obispo de París, el dominico apeló al Papa, ante el cual triunfó nuevamente la opinión inmaculista. Pero la lucha, escribe el P. Sola, S.J., en su libro «La Inmaculada Concepción», había llegado a su punto culminante. Como Escoto había arrastrado tras sí a toda su escuela, Monzón arrastró, asimismo, a toda la tomista. Y si los discípulos de Escoto formularon el voto de defender el privilegio hasta la sangre, los contrarios formularon, asimismo, el de defender la doctrina de Santo Tomás sobre este tema.
3.- No es necesario seguir ya más el curso de las discusiones científicas, porque en adelante la opinión maculista va perdiendo sensiblemente terreno, y su actuación, interés. Ya es conocido que en el Concilio de Basilea se tuvo un largo debate entre maculistas e inmaculistas con el triunfo de éstos, pero la decisión del Concilio quedó sin valor porque, al tomarla, el Concilio ya no era canónico.
Ante Sixto IV, y nos hallamos en el siglo XV, se sostuvo otra disputa entre el dominico Bandelli y el franciscano Francisco de Brescia; la victoria de éste fue tan rotunda, que la Asamblea se levantó aclamándole Sansón, nombre con que es conocido en la Historia.
Y de triunfo en triunfo, llegamos al Concilio de Trento que, al hablar de la universalidad del pecado original, aunque no define el dogma de la excepción de María, significó su opinión con estas palabras: «Declara, sin embargo, este santo Concilio que, al hablar del pecado original, no intenta comprender a la bienaventurada e inmaculada Virgen María, sino que hay que observar sobre esto lo establecido por Sixto IV».
4.- Las palabras del Concilio fueron decisivas para la extensión de la doctrina inmaculista y no tardó mucho en ser opinión universal.
Apenas se hallará una Orden religiosa que no pueda presentar nombres ilustres de grandes teólogos que favorecieron la prerrogativa de la Virgen, contribuyendo a su triunfo. La Compañía de Jesús puede presentar a Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Toledo, Suárez, San Pedro Canisio, San Roberto Belarmino y otros muchos más. La gloriosa Orden Dominicana, el celebérrimo Ambrosio Catarino, Tomás Campanella, Juan de Santo Tomás, San Vicente Ferrer, San Luis Beltrán y San Pío V, papa, etc. La Orden Carmelitana, ya en 1306, determinó celebrar la fiesta en el Capítulo General reunido en Francia, y los agustinos defendieron también la prerrogativa de la Virgen ya en 1350.
5.- La contribución de nuestra Patria [España] al triunfo del Dogma de la Inmaculada Concepción merece capítulo aparte, y por cierto bien nutrido y glorioso, pero ello nos apartaría del carácter puramente doctrinal que tienen estas breves notas históricas. Recordemos solamente, como tan significativas, las legaciones de nuestros reyes a los Sumos Pontífices pidiendo la definición del dogma. Por eso Pío IX quiso que el monumento a la Inmaculada, después de su definitivo oráculo, se levantara en la romana Plaza de España.
VI.- La definición dogmática de la Inmaculada
1.- El Papa Pío IX, de feliz memoria, se decidió a dar el último paso para la suprema exaltación de la Virgen, definiendo el dogma de su Concepción Inmaculada. Dícese que en las tristísimas circunstancias por las que atravesaba la Iglesia, en un día de gran abatimiento, el Pontífice decía al Cardenal Lambruschini: «No le encuentro solución humana a esta situación». Y el Cardenal le respondió: «Pues busquemos una solución divina. Defina S. S. el dogma de la Inmaculada Concepción».
Mas para dar este paso, el Pontífice quería conocer la opinión y parecer de todos los Obispos, pero al mismo tiempo le parecía imposible reunir un Concilio para la consulta. La Providencia le salió al paso con la solución. Una solución sencilla, pero eficaz y definitiva. San Leonardo de Porto Maurizio había escrito una carta al Papa Benedicto XIV, insinuándole que podía conocerse la opinión del episcopado consultándolo por correspondencia epistolar... La carta de San Leonardo fue descubierta en las circunstancias en que Pío IX trataba de solucionar el problema, y fue, como el huevo de Colón, perdónese la frase, que hizo exclamar al Papa: «Solucionado». Al poco tiempo conoció el parecer de toda la jerarquía. Por cierto que un obispo de Hispanoamérica pudo responderle: «Los americanos, con la fe católica, hemos recibido la creencia en la preservación de María». Hermosa alabanza a la acción y celo de nuestra Patria.
2.- Y el día 8 de diciembre de 1854, rodeado de la solemne corona de 92 Obispos, 54 Arzobispos, 43 Cardenales y de una multitud ingentísima de pueblo, definía como dogma de fe el gran privilegio de la Virgen:
«La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».
Estas palabras, al parecer tan sencillas y simples, están seleccionadas una por una y tienen resonancia de siglos. Son eco, autorizado y definitivo, de la voz solista que cantaba el común sentir de la Iglesia entre el fragor de las disputas de los teólogos de la Edad Media.
Pascual Rambla, O.F.M.,
Tratado popular sobre la Santísima Virgen;
Parte III, Cap. V: Historia del dogma de la Inmaculada Concepción.
Barcelona, Ed. Vilamala, 1954, pp. 192-210